Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El síndrome del folio en blanco

La denostada alcaldesa de Roma, Virginia Raggi, ya conoce el abismo entre prometer y gestionar

Imagino a Virginia Raggi, la alcaldesa de Roma, corriendo por las calles de la ciudad eterna como si fuera Robert Langdon en «Ángeles y Demonios», la trepidante novela de Dan Brown. Solo que, en lugar de tratar de impedir el asesinato a manos de los Illuminati de los cuatro cardenales que aspiran convertirse en papa, los enemigos que persigue la impopular regidora son bien distintos: el caos del transporte público —los autobuses urbanos se estropean 300 veces diarias—, la basura que sepulta ya los contenedores o los miles de baches que resquebrajan la calzada, impropios incluso de la Roma imperial.

Ese es el saldo actual de Raggi. No deja de ser curioso que en solo un año haya pasado de ganar la Alcaldía de la capital con el 70% de los votos bajo las siglas del ahora cuestionado Movimiento Cinco Estrellas (M5S) a ser censurada por esa misma cifra de ciudadanos. Ese es el peligro de los nuevos alcaldes: que no pueden aspirar a hacerlo igual de mal que sus predecesores, porque ganaron los comicios ofreciendo «gobernar de otra manera». Las dificultades de Raggi, que incluso ha coqueteado con graves problemas de corrupción en su Ejecutivo, evidencian el abismo que separa la promesa de la gestión: en doce meses no ha resuelto uno solo de los frentes que acucian la ciudad del Tíber y ha añadido alguno más, como su oposición a acoger a inmigrantes.

El síndrome es muy parecido al de su líder, Beppe Grillo. Podría asemejarse al problema del folio en blanco que ahoga al escritor. ¿Qué hay después del grito en las plazas contra los políticos viejos y sus conductas corruptas? ¿Cómo se traduce la nueva política en iniciativas y leyes? Grillo, que aspira a gobernar el país en solitario tras las próximas elecciones, sabe que encarna el descontento de un 30% de ciudadanos italianos. Pero también empieza a ser consciente de las dificultades de gobernar cuando nunca antes se ha hecho y dice tenerse una fórmula mágica que no existe. Mientras llega ese momento (y para no estropearlo), al exhumorista no le queda otra que tutelar a sus alcaldes «cinco estrellas», mostrándoles los retratos de Carmena y Colau.

Compartir el artículo

stats