A pocos días de las elecciones primarias del PSPV, dos cuestiones parecen claras. La primera, que la confrontación de dos candidatos, Ximo Puig y Rafael García, es inevitable. Y la segunda, que Ximo será con casi toda probabilidad el vencedor. El recuento de avales da tal resultado que sólo una sorpresa, que a estas alturas no espera ni José Luis Ábalos, puede alterar esta predicción.

Sanchez eligió el PSPV para su siguiente paso para consolidar su poder orgánico, después de su victoria el 21 de mayo, en mi opinión, por las siguientes razones. Descartada Andalucía, donde Susana Díaz tiene su fortín, la siguiente comunidad, por número de afiliados, con un barón hostil a él era la valenciana. Y además en ella había doblado de votos a Susana hace menos de un mes. Según sus previsibles cálculos, aunque no se repitieran los mismos abrumadores resultados del 21 de mayo, tenía margen suficiente para ganar. Ni corto, ni perezoso llamó personalmente a García, alcalde de Burjassot, para animarle a que se presentase a las primarias frente a Puig. Y Rafael García aceptó la sugerencia con evidente entusiasmo.

Todo parece indicar que Sánchez ha errado en sus cálculos y de estas primarias valencianas con toda probabilidad va a salir con el sabor de la derrota. Ya debe estar acostumbrado a este amargo regusto.

Sus errores lamentablemente no se reducen a cuestiones internas. El brusco cambio de criterio en la importante cuestión del CETA (tratado comercial entre la UE y Canadá), provoca que el PSOE haga el ridículo parlamentario de votar a favor del acuerdo en la Comisión de Exteriores y luego se abstenga en el Pleno del Congreso. No me extenderé en las razones a favor de votar sí al CETA. Posiblemente las más sólidas estén en las actas de la Comisión Ejecutiva del PSOE de 2014-2016. Período en el cual Sánchez era secretario general y el PSOE defendió el CETA tanto en el Parlamento Europeo como en el nacional.

La experiencia francesa con el PS y Hamon es muy ilustrativa sobre que el voto de los afiliados no coincide necesariamente con los de los electores socialistas. Hamon, flamante vencedor de las primarias francesas, obtuvo el humillante resultado en las presidenciales del 6,36 %. Posiblemente, la radicalización de parte de la militancia socialista francesa y española no es lo que quieren sus electores: un partido socialdemócrata de centroizquierda. O más sencillo aún: quieren en España lo que fue el PSOE en su edad de oro, adecuado a una sociedad española y un contexto internacional muy diferente que el de hace treinta años, cuando fue secretario general y presidente del Gobierno durante catorce años una persona: Felipe González.

Me temo que Sánchez forma parte de esa estirpe de políticos que nunca olvidan nada, ni aprenden nada. Generalmente provocan malas consecuencias para sus partidos, y a veces para sus países.