En un ámbito como el nuestro, en el que la música ocupa un lugar tan destacado, era previsible que un grupo orquestal de jóvenes en pos de la excelencia, adquiriera una presencia importante, sobre todo, si además de la interpretación, se ocupaba de otros aspectos vinculados al universo sinfónico, convirtiéndose en un estímulo profesional, tanto para la ejecución instrumental, como para la dirección y la composición contemporáneas.

Las orquestas jóvenes son hoy en día experiencias ya asentadas con éxito en numerosos países. Así, en nuestro continente poseen un fuerte arraigo, en especial a partir de 1974, cuando se fundó la Orquesta de la Juventud Europea (Euyo) auspiciada por Claudio Abbado (1933-2014), convertido en su valedor durante décadas, consiguiendo que fuera dirigida con gran éxito por los más reconocidos maestros, como Leonard Bernstein, Herbert von Karajan, Daniel Barenboim o Colin Davis, entre otros; actuando en lugares tan relevantes como el Royal Albert Hall, Carnegie Hall o el Boston Symphony Hall. La Euyo continuó su actividad con lucimiento y sin problemas hasta el pasado año, cuando en el mes de mayo, la Unión Europea decidió alterar el destino de sus subvenciones y adelantó su eminente desaparición. Un hecho que desencadenó una inmensa reacción en todo el universo cultural del continente, obligando a un rápido replanteamiento, hasta el punto que tuvo que actuar personalmente Jean-Claude Juncker, como presidente de la Comisión, para corregir la iniciativa y favorecer su continuidad a través de soluciones sostenibles dentro del programa Europa Creativa. De tal suerte que este verano la Orquesta ya tiene preparada una nueva gira por Austria, Estonia, Letonia, Lituania e Italia.

Con el paso de los años, el propio Claudio Abbado, creó otros conjuntos -en cierto modo semejantes-como la Orquesta Mahler, en 1986, con más vocación por la música vienesa.

El impulso por estas agrupaciones sinfónicas surgió también al otro lado del Atlántico y en algunos países como Venezuela experimentó un gran arraigo. Allí se creó -igualmente en la década de los setenta- el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles (El Sistema) -Premio Príncipe de Asturias de la Artes en 2008- llegando a tener más de cien conjuntos, entre cuyos resultados más destacados se encuentra la Orquesta Sinfónica Simón Bolivar -cuya interpretación en 2011, de la sinfonía Resurrección de Gustav Mahler en la BBC, dirigida por Gustavo Dudamel, formado, asimismo, en el seno del Sistema- tiene hoy en día, más de un millón de visionados en las redes; forjándose, también, más adelante, en 2007, la Orquesta Sinfónica Teresa Carreño.

He querido sintetizar en esa pequeña introducción el universo de estas formaciones para contribuir a situar el esfuerzo realizado en esa dirección por el Instituto Valenciano de la Música, que gozó durante muchos años del impulso y de la experiencia de Inmaculada Tomás, una de las personas más lúcidas en el ámbito de la gestión cultural valenciana desde la Transición.

La Jove Orquestra de la Generalitat Valenciana (Jogva), se creó dos décadas después de las previamente comentadas, en 1998, y desde entonces, y hasta enero de este mismo año, su titular, director artístico y responsable pedagógico ha sido Manuel Galduf. Desde sus inicios, la Jogva ha seguido realizando una labor impresionante porque mientras ejecutaba conciertos a lo largo y ancho de la Comunitat Valenciana, propiciaba que formasen parte del conjunto más de un millar de intérpretes de entre dieciséis y veinticinco años -seleccionados cada curso entre cientos de aspirantes, fruto de la docencia surgida en los conservatorios- manteniendo, además, la figura de directores asistentes: músicos expertos que con el paso de los años se han convertido en reputados profesionales; entre otros, Jordi Bernácer, Miguel A. García Cañamero o Pilar Vañó.

Asimismo, el proyecto ha estrenado hasta dieciséis obras de autores residentes -comprometidos a construir dos composiciones en el período propuesto de dos años- que han sido grabadas y editadas por el sello discográfico del Instituto de la Música; entre ellas, de César Cano, Francisco Coll o Carlos Foncuberta. También ha recuperado partituras de importantes maestros valencianos: Vicent Garcés, Manuel Palau, Vicente Asensio, Luis Sánchez o Ricardo Olmos. Es decir, mientras los instrumentistas permanecían durante tres años, interpretando un repertorio muy amplio que comprendía desde el Barroco hasta la música contemporánea, el proyecto ha permanecido incluyendo otros aspectos clave que alcanzan desde la difusión -propiciando la experiencia- hasta la recuperación y puesta en valor de una parte singular de nuestro patrimonio.

Con tanto trabajo realizado y tan prolongadas trayectorias, hoy en día, en modo alguno podemos entender a una joven orquesta como un conjunto sinfónico menor. Muy al contrario, debemos reconocer y disfrutar de su existencia con un interés renovado, porque forma parte de un proyecto en el que todos sus componentes, además de sus exigidas cualidades, carecen de cualquier atisbo de rutina, proyectando en su quehacer el más sincero entusiasmo, sabiendo que están en el umbral, ese lugar irrepetible y prodigioso que marca el nacimiento de nuestras profesiones y que determina una buena parte del curso de nuestras vidas.