El debate del pasado día 27 en el Colegio de Arquitectos de Valencia sobre el futuro de la plaza del Ayuntamiento de la capital demostró algunas coincidencias entre ponentes y asistentes, y también algunas saludables discrepancias. Hay un consenso generalizado, como ocurre con la plaza de la Reina, en calificar la situación actual como insostenible. Tanto en estas como en las otras dos plazas del cuarteto -Mercat y Sant Agustí- se reclama una estrategia global para recuperar el pulso cívico y dotar a nuestro centro histórico de la calidad ambiental y urbana que merecen sus habitantes.

Traté de hacer ver en mi intervención que no será posible una solución aceptable a estos retos si no se aborda previamente con determinación la alternativa al sistema circulatorio, adoptando una posición clara sobre la reordenación de la movilidad en Ciutat Vella.

La que ha iniciado el ayuntamiento en Serrans, y ahora propone en Carme-Mercat-Velluters, debería continuar para el resto de Ciutat Vella, en consonancia con el plan aprobado en 2013 (PMUS): "Una reducción del tráfico de paso por las vías del centro de la ciudad, de manera que este itinerario deje de ser la gran biela de articulación de los flujos este-oeste por el centro€". Es este asunto el que suscita divergencias en su aplicación.

Resulta imposible encontrar hoy en cualquier ciudad europea de prestigio una plaza comunal que, como es nuestro caso, esté atravesada por miles de vehículos (unos 80.000 diarios) y en donde se pueda aparcar a la puerta del Ayuntamiento. Si admitimos que Ciutat Vella es el «corazón de la ciudad» -título del VIII Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM) en 1951- es obvio que su estado es de permanente infarto, con las arterias que ahí confluyen cargadas de colesterol y sometido a tensiones insoportables.

Antes de convocar un nuevo concurso, habría que debatir y acordar las funciones de estos espacios públicos. Además de la movilidad, hay otros usos sociales y económicos, los conflictos con el turismo, la creciente ocupación de terrazas, las dificultades para la estancia y el juego, los déficits de vegetación, la publicidad, las celebraciones festivas esporádicas o periódicas como las Fallas, el mantenimiento de la identidad€

La plaza del Ayuntamiento fue el resultado del derribo del Convent de Sant Francesc, como la del Mercat lo fue de otros dos conventos (el de la Mercè y el de las Magdalenas). Afortunadamente, el nuevo urbanismo y las leyes de protección del patrimonio harían hoy imposibles esas traumáticas operaciones. Aquella ciudad conventual del siglo XVII bien podría haber dado un magnífico resultado de haberse conservado una parte de los huertos, conventos y otros edificios públicos, que habrían aportado a la ciudad contemporánea una oportunidad para ubicar equipamientos públicos (de enseñanza, culturales, sociales) como ocurrió con nuestra hermanada y hermosa ciudad de Bolonia.

La plaza, en poco más de un siglo de existencia, ha tenido nueve denominaciones oficiales (y una espontánea, del 15M) y cada reforma en el tiempo empeoró la anterior. Cuando el convento estaba todavía en pie, en la parte norte (hoy Sant Vicent-María Cristina) existía un espacio triangular denominado Plaça de Sant Francesc, pegada al jardín del propio convento. Después vendría el derribo, la gran ampliación del espacio y el que quizás fue su mejor momento, el de la Plaza y Parque de Emilio Castelar (primeros años del siglo XX). Esa dualidad plaza-parque podría servir ahora de referencia para un nuevo proyecto. Así lo entendió uno de los equipos participantes en el concurso frustrado de 1998, proponiendo una gran zona arbolada en esa zona norte, con un paseo que transcurría junto a la fachada del ayuntamiento jalonado por árboles. No está de más recordar que la plaza continúa por Marqués de Sotelo y acaba en la gran puerta de la ciudad, la Estación del Norte. Esa calle reclama, por tanto, una reforma profunda para que la gente que llega a nuestra ciudad se sienta atraída a llegar hasta su corazón.

¿La plaza como espacio de representación de la ciudad capital? ¿Centro urbano más allá de las fronteras administrativas?... Aquí no todo fueron coincidencias. Los peligros ya evidentes de terciarización y turistización que surgieron en el debate demandan una respuesta rotunda de la Administración, situando a los vecinos como principales sujetos y beneficiarios del cambio, si queremos un centro vivo y no una ciudad espectáculo corroída por la especulación que acaba expulsando a sus residentes.

Los proyectos que mejor funcionan son los participados y asumidos por la gente desde los inicios. Existen maneras de abordar soluciones provisionales, de bajo coste, flexibles, para ir acostumbrando a un cambio de escenario. Al menos cabría ya liberar del tráfico la zona frente al ayuntamiento. La prueba de abrir la plaza a la gente un domingo al mes ya se ha superado con buena nota. Avancemos para recuperar el tiempo perdido.