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Explotación a domicilio

Tan contentos que estábamos siendo jóvenes dinámicos y desenfadados, con nuestra economía colaborativa y nuestras modernidades varias, y han tenido que venir los repartidores de Deliveroo a ponerse en huelga para recordarnos la amarga realidad. Porque esos chavales que llaman a tu puerta con el arroz tres delicias bajo el brazo son la cobaya perfecta del terrorífico mercado laboral que se está imponiendo a nuestro alrededor. Precariedad adornada de innovación y frescura. Disponibilidad absoluta disfrazada de flexibilidad e independencia. Mucha app para descargarte desde el móvil, mucho eufemismo, mucha filosofía de start-up y un absoluto desprecio por la calidad de vida de los trabajadores. ¡Pero, eh, que tiene una web muy chula! ¡Y puedes elegir entre un montón de restaurantes sin moverte del sofá! ¡Qué hermosa es la libertad!

Tal es el festival de neolengua, que en esta empresa no despiden a los empleados, sino que les «desconectan». Menuda forma más simpática de frivolizar con el sustento de otros seres humanos. Como si fueran una tostadora o un microondas. ¡Chas! Ale, ya estás desconectado, al estante de los electrodomésticos que no usamos, entre la yogurtera y la máquina de hacer pasta que nos regaló la prima Paqui. Como dato curioso, en los últimos días Deliveroo ha desconectado a 16 batidoras, perdón, a 16 repartidores que habían apoyado las protestas contra la compañía.

Por cierto, las reivindicaciones que les han llevado a la huelga son un delirio de exigencia, ya veréis: mantener el mínimo de pedidos por día que tenían en su actual contrato (y que la empresa pretendía eliminar) y tener asegurada una jornada semanal de al menos 20 horas. También piden que, si no es mucha molestia, Deliveroo les pague un seguro a todo riesgo, pues, actualmente, si tienen un accidente se comen ellos solitos las consecuencias con patatas.

Otra de sus peticiones es un plus de antigüedad para compensar las subidas en la cuota de autónomos. Y es que estos riders (ahora les llaman así, todo muy cool, claro) son auténticos emprendedores hechos a sí mismos que, además de verse obligados a cotizar como trabajadores por cuenta propia (¿alguien ha dicho falsos autónomos?), deben llevar su propia bicicleta y su teléfono móvil. Y todo para ganar unos cuatro euros por pedido entregado. Así es la nueva economía, amigos, una montaña rusa de emociones. Explotación a domicilio. Peones del siglo XIX con un envoltorio actualizado.

A todo esto, me parece muy poético que frente a tanto fuego artificial sobre los nuevos modelos de negocio, los riders hayan recurrido a algo tan prosaico, tradicional y poco chispeante como presentar una denuncia a Inspección de Trabajo por las irregularidades existentes en la empresa. La burocracia es malvada, pero a veces va bien para dar un toque de atención a ciertos sinvergüenzas.

No nos engañemos, la situación en Deliveroo no supone un abuso excepcional, sino una muestra de la nueva normalidad que va echando raíces. Lo que está aquí en juego no son únicamente las condiciones en las que te llevan pizzas, hamburguesas o sushi a casa, sino el escenario laboral al que cualquiera de nosotros se va a tener que enfrentar en un futuro próximo. A ver cuánto tarda en aparecer algún experto para explicarnos que los repartidores de comida a domicilio en realidad son unos privilegiados y unos vagos sin espíritu de sacrificio.

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