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Mala memoria

En España, este asunto de la memoria histórica nos trae a mal traer. En realidad se trata de una memoria selectiva y según quién la recuerde. Así, cuando se habla de utilizarla para poner las cosas en su sitio a la hora de interpretar, como manda la ley, lo que pasó durante la guerra civil de 1936 a 1939, sale gente en tropel diciendo que mejor no suscitar el recuerdo de lo que ocurrió para no reabrir viejas heridas. Como si no estuvieran aún abiertas y como si no fuera necesario rememorar viejos y sádicos episodios, no vayan a reaparecer para avergonzarnos y echarnos en cara la capacidad infinita del género humano para la crueldad. Así, se recomienda que los fusilados queden ignotos enterrados en las cunetas y que las salvajadas de los combatientes, los delitos de los generales y sargentos, caigan en el olvido. Mejor no hablar de ellos. Mejor no hacer como los franceses y los alemanes, cuyos dolorosos recuerdos han sido expuestos y exorcizados para acabar de una vez con lo que rompió a Francia en dos y a Alemania en decenas de campos de exterminio. Y es que solo mirando de frente a la Historia puede prepararse el futuro y restañarse la herida del pasado.

Me voy a permitir recordar, por otro lado, cómo la memoria de cualquier periodo es retorcida a conveniencia a la hora de interpretar y explicar lo que ocurrió. Por ejemplo, la Transición.

La transición de la dictadura a la democracia en el periodo que va de la muerte de Franco en 1975 a la llegada al poder de los socialistas en 1982 es explicada (con matices, claro) desde dos puntos de vista: para unos está sin hacer y para otros se hizo lo que se pudo. Los del primer grupo desdeñan lo difícil que fue moverse entre sables y palmatorias, entre una sociedad retrógrada e hipócrita custodiada por asesinos y una oposición escondida en las catacumbas. Demasiado bien salió. Testigo: la Constitución, lo que no quiere decir que pasadas cuatro décadas no deban corregirse los fallos que ahora se le aprecian.

A cuarenta años vista, hace unos días fue celebrado su aniversario. Yo entre muchos lo festejé y pocos de los que nacieron después comprenden lo que fue romper las cadenas, votar, vivir en libertad. Ahora se dice que las cosas fueron mal hechas, que no se produjo la ruptura requerida, la ruptura quirúrgica con el pasado, fusilamientos incluidos, que no se castigó a los responsables. Tal vez, pero hoy vivimos en paz y libertad (y corrupción, pero esta no es cosa nueva).

Todo se hizo mal, nos recriminan las nuevas generaciones. Y así nos va, dicen. ¡Vaya discurso el del rey en las Cortes hace un par de semanas! Qué cosa más sinsorga. Cuánta obviedad, cuánto apartarse de los problemas reales de nuestra sociedad. Hombre, el discurso no fue muy bueno pero criticar su tono institucional equivale a exclamar en el día de las fuerzas armadas "¡vaya un desfile militar más soso! No hubo ni muertos".

Naturalmente, como era de esperar, salió Pablo Iglesias a la palestra para decir ¿quién necesita un rey para esto? ¿De qué sirve? Está muy bien: todos tenemos derecho a nuestras opiniones y en este caso, también, hasta que se piensa que el líder de Podemos preferiría una república? siempre y cuando él fuera su presidente.

Y llegamos al espinoso asunto de la ausencia del rey emérito. ¡Si hasta fueron las nietas de La Pasionaria! ¿A qué imbécil se le pudo ocurrir que no debía asistir? Tal vez la explicación a tan timorata acción se encuentre, una de dos, en no querer que se haga sombra a su hijo Felipe VI o en desear esconder las vergüenzas postreras del padre. Como si determinados episodios invalidaran lo que hizo junto con otros para recuperar la libertad de los españoles. Ese título no lo ha perdido ni lo perderá nunca. ¿En qué contaminaba al rey actual -siempre empeñado en que no se note- la prudencia, habilidad y valentía pasadas de don Juan Carlos? Que se avergüencen los que lo dejaron en casa. Que salgan y pidan perdón justo antes de perder su trabajo.

Tiene que haber una mano negra en todo este asunto, una mano malevolente que, desde donde actuara, fuera Zarzuela, Moncloa o simple protocolo, se empeñara en fastidiar. Zarzuela, Moncloa, protocolo o? ¡Kremlin! Ya está. Ha sido Putin.

E se non é vero, é ben trovato.

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