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Todo tiene arreglo

No sé si para un pintor será más fácil que para un escritor rehacer los lazos rotos, suturar las heridas abiertas por un desastre civil. Sospecho que sí aunque me habría gustado preguntárselo a Josep Soler Monjalés, pintor que fue de Albaida a València y de allí, al destierro, en Colombia. Coincidí con él en una comida de los últimos premios Turia y sus más de ochenta años no se notan en sus pómulos brillantes, su sonrisa indulgente, la buena fibra rural de su blanca cabellera, su curiosidad. Monjalés fue de aquella generación de artistas que trataban de ampliar la mente, las ideas, la experimentación vital. Hasta el régimen querían ampliar y, claro, se practicaron algunas detenciones.

La detención de Monjalés les salió mal porque el artista se resistió, por lo que fue acusado no ya de resistencia a la autoridad -lo que era honrosamente cierto- sino de intento de asesinato. Por ese motivo no pudo acogerse a la pequeña amnistía, la de finales del 75, la que liberó, por ejemplo a Marcelino Camacho. Yo lo conté para el diario Avui de Barcelona. Por cierto, que en los Turia hubo otro octogenario en perfecto estado mental y factual que sigue aprendiendo y enseñando, incluso cuando no se lo propone: el morellano y periodista José Martí Gómez, «el mejor reportero de España», según Enric González, tal vez el mejor cronista.

A lo que iba. Si recordamos las palabras, pocas y resabiadas, que Francisco Umbral les dedicó a Max Aub o a Ramón J. Sender (por no hablar del parricidio del clan de Sevilla perpetrado contra el PSOE de Rodolfo Llopis, al que Felipe y Guerra se parecen cada vez más en un acto de justicia poética), sospecho que el gremio de la pluma puede excavar aún más hondo y con más facilidad las fosas de la desmemoria que los plásticos. Monjalés siente fascinación cuando evoca la gracia modernista de las casonas burguesas de la calle Colón que se llevó la piqueta desarrollista. Yo me vengué con la indiferencia de la destrucción del Perelló de mi infancia. Hasta que conocí allí el amor verdadero, o sea el carnal y, entonces, le quise de nuevo. Todo tiene arreglo.

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