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Los que salen al balcón

Sobre quién se asomará a la plaza de Sant Jaume para proclamar la independencia de Cataluña

El balcón -como el púlpito- es el lugar buscado por los conductores de masas para hacer llegar al pueblo llano la noticia de los grandes acontecimientos, las grandes decisiones, las grandes ideas o las grandes amenazas. En cierto sentido, el balcón -como el púlpito- establece simbólicamente la jerarquía que el orden social predetermina en cada momento histórico; es decir, los que mandan arriba y los que han de obedecer abajo, en la calle y aplaudiendo. Cuando ocurre al revés y los de abajo suben al balcón para echar de allí a los pocos que ocupaban esa posición de predominio, estamos ante un hecho revolucionario. Tal y como ocurrió en Rumanía el 21 de diciembre de 1989 cuando una multitud encolerizada se rebeló contra el dictador comunista Ceausescu que había salido al balcón de la plaza principal de Bucarest para calmar los ánimos tras la revuelta de Tsimisoara. Cuatro días después de ese incidente, el "conducator" ("conductor") por excelencia y su esposa fueron pasados por las armas. Salir al balcón cuando no está clara la sintonía con los de abajo tiene su riesgo. Estos días se especula sobre quién se asomará al balcón de la plaza de Sant Jaume en Barcelona para proclamar el 3 de octubre la independencia de Cataluña y la apertura del proceso constituyente de la nueva República Catalana. Al menos ese es el protocolo establecido si hemos de dar credibilidad a las declaraciones del presidente de la Generalitat, señor Puigdemont, sobre el calendario político soberanista. Ahora bien, sobre la efectividad práctica de ese anuncio hay serios interrogantes. Unos derivados de la relación de fuerza entre las posiciones enfrentadas: el Estado español y los independentistas. Y otros de las tristes experiencias de un pasado no tan lejano. Sin remontarnos mucho más atrás, el 14 de abril de 1931 Lluís Companys y Francesc Maciá proclamaron con una diferencia de hora y media, primero la República y después el Estado catalán, una situación alegal que duró unos pocos días tras la promesa de redactar un Estatuto de Autonomía. Y también lo hicieron desde un balcón de la plaza de Sant Jaume. Tres años más tarde, el 6 de octubre de 1934, en ese mismo escenario, Lluís Companys proclamó la República Catalana, una declaración que dio paso a la intervención del Ejército por orden del presidente del Gobierno de la República española. Hubo 46 muertos y tres mil detenidos, entre ellos los dirigentes secesionistas. Terminada la guerra civil , Companys fue detenido en el exilio francés por la Gestapo y entregado a las autoridades franquistas, que lo fusilaron en el castillo de Montjuic. Tendrían que pasar 37 años para que el 23 de octubre de 1977 se asomase al tantas veces mencionado balcón el presidente de la rescatada Generalitat Josep Tarradellas para decir algo obvio: "Ja soc aqui". Y allí mismo, 31 de mayo de 1984 hizo patente su indignación Jordi Pujol por haber sido implicado en el caso de Banca Catalana, con supuestas malas artes. Un Pujol al que las bases del PP ("¡Pujol, enano, habla castellano!") quisieron humillar ante el balcón de Génova antes de que Aznar se diese cuenta de que solo podía asegurarse el gobierno "hablando catalán en la intimidad".

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