De todos es conocido ese tópico de los obreros que trabajan en la calle: cuando pasa una mujer salerosa la piropean. Con el pasar de los años y el cambio de costumbres también se ha modificado ese famoso tópico.

Hace años, no tantos, el piropo más habitual que dedicaban a una mujer era «¡guapa!», dicho con garbo y alegría. También decían «preciosa», «¡qué ojos tienes!»... Las mujeres más tímidas se sonrojaban y las más atrevidas les sonreían y se lo agradecían con la mirada. Pero todas se sentían halagadas, bonitas y les mejoraba la autoestima. Y no hablo de hace tantos años. Sigue habiendo hombres, de todas las profesiones, no necesariamente obreros de la construcción, que continúan esa hermosa costumbre.

No quiero pecar de egocéntrica, pero yo misma he recibido innumerables veces ese «!¡guapa!» que tan bien suena, y lo sigo recibiendo pasados ya de largo los cuarenta y tantos años. Me agrada, me alegra, me hace sonreír y, a mis años además, me rejuvenece.

No entiendo qué pasa ahora con esta sociedad y con muchas mujeres, que en todo ven comportamientos machistas y degradantes para el género femenino. A esto de que te digan guapa lo consideran un acto «micromachista». ¿En serio? ¿De verdad les resulta tan ofensivo que les digan un piropo, una alabanza a su belleza física? ¿De verdad piensan que las está menospreciando y obviando su intelecto, su formación académica, su carrera profesional? ¿Creen que por ello las tratan de cosas? En España, país sin igual, siempre ha sido un clásico eso de decir piropos y el más castizo de todos es ese «¡guapa!». El hombre español es dado a decir palabras, frases y poemas bonitos a las mujeres, con respeto y elegancia, no considero esa actitud machista ni despreciativa.

Otra cosa son esos supuestos piropos, vulgares, sin gracia, de mal gusto, que suelen referirse a determinadas partes del cuerpo o determinadas actividades corporales en las que ellos suelen pensar. Sin más, no hay que darle tantas vueltas ni hacer tanto estudio sociológico sobre esto, es simplemente la naturaleza masculina. Cada género tiene sus particularidades, no se trata de hacer un mundo de todo y llevar cada detalle al extremo. Más bien se trata de fomentar una reeducación social, tanto de hombres como de mujeres, que se base en el respeto mutuo, las buenas costumbres (que no las viejas costumbres), la buena educación, la tolerancia, la aceptación y el civismo.

A mí, que soy mujer, moderna, con buena formación, trabajadora, femenina y de mente amplia y directa, me gusta y valoro que un hombre, me conozca o no, me diga guapa, preciosa, bonita o agraciada. También me gusta esa cortesía (tan perdida en estos tiempos) de que me abran la puerta del coche o del ascensor, me dejen entrar primero en un sitio antes de salir ellos, me ayuden a entrar las pesadas bolsas en el patio, etcétera. En esos momentos no me siento en absoluto ninguneada, ni débil, ni discriminada ni insultada. Al contrario, me siento agradecida.

Esos piropos sin ninguna mala intención son parte de la galantería que, afortunadamente, aún existe en muchos hombres y que estas mujeres tan susceptibles les están haciendo perder. Creo que porque ellos mantengan esa costumbre, ellas no van a perder ni retroceder en su lucha por sus reivindicaciones de alcanzar y proteger sus derechos.

Señores, díganme «¡guapa!», que me gusta. Y señoras, señoritas, mujeres, dejen que les digan guapas, no se ofendan. Que ese chico, ese hombre les demuestre su admiración. ¿Necesitas igualdad? Entonces cuando te llamen «¡guapa!», sonríe y contesta «¡guapo!», verás qué bien te sientes.