Es imposible llegar a fin de mes con 800 euros, dice Rosell, presidente de los empresarios españoles. Como si lo supiera él y su colectivo cuyos beneficios han recuperado el nivel previo a la crisis mientras sigue hundida la masa salarial de este país.

Claro que no hay que pedir perdón por ganar dinero. Es el principal objetivo de las empresas. Pero resulta toda una provocación esa falsa empatía con aquellos que aún tratan de restablecer su puesto de trabajo, su sueldo y también su dignidad.

Estimada patronal, no llores por nosotros desde la atalaya del que ha sobrepasado su posición anterior la crisis. Lo dice el INE: los beneficios empresariales ascendieron a 473.000 millones de euros en 2016, superando los 465.000 del año 2007. Y si hablamos de las empresas del Ibex, los porcentajes se disparan. Durante el último año ganaron en su conjunto cerca de 33.000 millones, un 49 % más que el ejercicio anterior.

Así que ahora, que cruzas de nuevo los cielos, basta con que devuelvas el sacrificio realizado por tus empleados (los que todavía te quedan) y que aún no has compensado. También lo dice el INE: la masa salarial sumó 526.000 millones en 2016, lejos todavía de los 560.000 millones que se alcanzó antes de la crisis.

Recompensar sería una actuación convincente y comprometida en lugar de esas lágrimas de cocodrilo imaginando cómo sería una vida con un sueldo de 800 euros. Pero todavía peor. Cuando el presidente Rosell dice magnánimamente que habría que subir los salarios más bajos al menos un 2,5%, está diciendo dos cosas. La primera es que con este porcentaje mantendrían sus niveles de pobreza ya que, con una inflación similar y subiendo, su poder adquisitivo sería igual de miserable.

Y la segunda: para recuperar los niveles precrisis, la subida salarial media a los trabajadores actuales -y no sólo a los sueldos más exiguos- tendría que fijarse en un 8 %. Sólo así estaríamos en las mismas condiciones de recuperación que los beneficios empresariales.

Bien es verdad que hemos dado un pequeño y cruel paso. Hasta hace pocos meses, el Gobierno y los empresarios cantaban al unísono una sola melodía: sigamos con un modelo salarial moderado para poder crear más empleo y más productivo.

Ahora, las tornas han cambiado. El Gobierno anima al incremento porque acaba de ceder a las comunidades autónomas una décima del déficit autorizado a costa de quitárselo a la Seguridad Social. Y, claro, hay que subir los salarios a ver si, de chiripa, unas cotizaciones más elevadas arañan algo en esa caja sin fondo que paga las pensiones.

A los empresarios, por su parte, ya les vale seguir sosteniendo el discurso de que somos una panda de improductivos cuando hemos salido de la crisis precisamente por demostrar lo contrario junto a una inmensa devaluación salarial.

En consecuencia, empresarios todos: sólo devuelvan el esfuerzo. No es necesario que lloren por nosotros.