La mujer más alta del mundo y el hombre más pequeño del planeta, su hijo de dos cabezas; su primo, el niño lobo, y su tía, la mujer serpiente, vivieron gracias a la barraca de feria. Puede indignarnos que los exhibieran y que se pagara por verlos pero así se ganaban la vida un mundo sin piedad organizada, sin instituciones de sustento social y sin instrucción básica.

Era un mundo tan defectuoso que sobraban modelos para cambiarlo drásticamente. Ahora vuelve a llevarse.

Los monstruos en exhibición actualmente caen dentro de la psicología no de la teratología, la parte de la zoología dedicada a los individuos naturales en una especie que no responden al patrón común.

Ser único, sentirse único, creerse único, ser una rareza emocional y exhibirse como tal está muy de moda.

La barraca de la feria son los canales canallas, sea estatal, como Tele 5; sea personal, de Youtube. No se puede exhibir la monstruosidad física porque es políticamente incorrecto valorarla y porque contrasta mucho con el canon de la publicidad y del cine de Hollywood pero en una salto de cadenas, puede aparecer una chica que devora un pastel de chocolate con modales de depredador, presa de la gula o de la bulimia, y a continuación recibe una llamada de su madre y se echa a llorar, esclava también de otra emoción desbocada.

Nadie suelta la cámara para ayudarla de lo que coño le pase, no aparecen voluntarios reflectantes a ofrecer ayuda psicológica, nadie le da una pastilla para que se tranquilicen. La dejan en la isla, naufragando en sí misma para sacar a flote la audiencia.

Antes la consecuencia de ser monstruo era ser exhibido en la barraca; ahora la condición para ser exhibido en la barraca es ser un monstruo. Hay cola a "Gran hermano".