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José Sierra

¿Privatizar la caza? o la alternativa a la nada

La conselleria de Agricultura, Medio Ambiente y Cambio Climático ha sacado a subasta el aprovechamiento cinegético de cerca de 52.000 hectáreas de monte público. Este tipo de iniciativas, en las que el dinero permite a unos pocos acceder a un uso restrictivo para el resto de los mortales de bienes que son públicos, siempre chirría. Y a veces mucho. Hace unos años, con el PP en el gobierno de la Generalitat, ya se intentó «sacar aprovechamiento al monte» un poco a lo bruto: se incluyeron todas las fincas, algunas consideradas la «joya -forestal- de la Corona», se agruparon todos o casi todos los aprovechamientos: madera, miel, pastos, biomasa, setas, etc., y se fijó un plazo mínimo de explotación de 20 años a precios más bien irrisorios que incluso se podían pagar con «mejoras» en la explotación supervisadas por la conselleria. Claramente existía la posibilidad de que un propietario accediera al control de una finca pública y cerrara el paso con cualquier excusa -la más socorrida e irritante es cuando te piden que no sigas andando «por tu seguridad; no sea que se vaya a escapar un tiro»- a miles de personas que hasta ese momento disfrutaban de la naturaleza en esos espacios públicos.

Muchas personas e instituciones lo vieron venir y se echaron encima de la conselleria. Nadie quería un nuevo factor de conflicto en un sector que anda sobrado de los mismos y la Generalitat reculó.

Ahora, el gobierno valenciano vuelve a la carga dejando fuera las grandes fincas públicas, separando la convocatoria de cada aprovechamiento, reduciendo la vigencia de los contratos a 5 años, no a 20, y comprometiéndose a que ningún camino quede cortado.

Más que los 85.000 euros que aspira a recaudar, uno entiende que la conselleria lo que quiere es gestionar esas fincas aunque sea indirectamente. Debe pensar que es mejor que alguien haga gestión cinegética y forestal bajo su tutela, a que no se haga nada. A lo mejor así hay menos problemas con la fauna salvaje que arrasa los cultivos; los caminos de acceso al corazón de los montes por donde van los bomberos están mejor conservados; las brigadas tienen zonas seguras donde esperar o contraatacar un incendio y los bosques clareados maduran antes. Tan solo faltará que esa misma conselleria no pare ninguna de estas intervenciones a la mínima protesta, como ya ha hecho otras veces, porque entonces nada habrá servido para nada.

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