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Y dos huevos duros

Hay que superar el sentimiento de desánimo que se experimenta después de comprobar que el conocimiento y las posibles soluciones que han pasado por la cabeza de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias o incluso catalanes como Miquel Iceta e Inés Arrimadas no son más profundas que las expresadas por José Luis Ábalos.

Si en el Reino de España no estuviéramos viviendo, territorialmente, el momento más delicado desde el final de nuestra guerra civil, uno no aguantaría la tentación de cebarse en la falta de rigor y de conocimiento que las cúpulas de los partidos de izquierda están mostrando en el tema de financiación autonómica. Resultó muy duro escuchar, en voz de un valenciano con responsabilidades nacionales como es el número 2 del PSOE, José Luis Ábalos, resumir a preguntas de una periodista, su visión de lo que podría hacerse para solucionar el problema catalán: una quita a la deuda de aquella Generalitat. Nada arregló diciendo que también para la Comunitat Valenciana y para otras autonomías, como si una deuda autonómica de 17 comunidades autónomas no existiera, desconociendo que Europa la impediría e incapaz de separarla del FLA. Aquello fue una conversación propia de los «dos huevos duros» de los hermanos Marx.

Hay que superar el sentimiento de desánimo que se experimenta después de comprobar que el conocimiento y las posibles soluciones que han pasado por la cabeza de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias o incluso catalanes como Miquel Iceta e Inés Arrimadas no son más profundas que las expresadas por el político de Torrent. Incluso uno puede entender las soledades intelectuales respectivas de Mariano Rajoy y Carles Puigdemont. Esto es lo que tenemos. No hay más cestos en los partidos políticos, estamos en una democracia y con ellos habrá que hablar. Vayamos con algún atisbo de solución.

1) A ninguna comunidad autónoma le preocupa su deuda, ya que de forma sucesiva ésta va a pasar al Estado, que es el fiador de los 250.000 millones de euros ante el Banco Central Europeo y el resto de acreedores. Otra cuestión es lo que vaya a decidir el Tesoro cuando se haya quedado con toda ella. Lo único cierto es el anuncio, en letra pequeña, de la Generalitat catalana de que no piensa devolver los 50.000 millones recibidos del FLA. En consecuencia, la propuesta de Ábalos no pone a ningún independentista. La quita catalana la dan por hecha. La verdad es que nuestro Consell también, ya que su única preocupación es el déficit imposible de cada año.

2) La renta de un extremeño es prácticamente la mitad que la de un madrileño, que a su vez es un poco superior a la de un catalán o de un balear. Con esta diferencia descomunal se hace muy difícil pensar que los servicios que proporcionen las comunidades autónomas (CC AA) pueden ser exactamente los mismos. Es obvio que habrá que definirlos con otros conceptos. Todos somos europeos, pero los búlgaros no aspiran a los de los alemanes. Sabemos que las desigualdades entre europeos nos importan menos que las existentes entre españoles, pero ignorar las diferencias de riqueza entre CC AA no es inteligente.

3) El modelo que tenemos no funciona, ya que quien recauda para luego repartir es el Estado y en tiempos de crisis no ha funcionado. Soy incapaz de discernir cuánto hay en el independentismo catalán de sentimiento nacionalista y de sensación de ser objeto de injusticia. Dejemos el asunto para sociólogos, psicólogos y demás estudiosos, pero sin asumir esta doble problema la entidad Reino de España actual no podrá seguir.

4) Mientras discutimos una nueva Constitución federal, es muy prudente que, tras decidir lo que cada comunidad autónoma debe poner en la cesta común para compensar parcialmente las desigualdades territoriales, dejemos que cada una recaude sus impuestos y tome sus decisiones sobre qué servicios adicionales puede afrontar.

5) Si lo propuesto en el punto anterior no fuera posible, la solución pasa por una recentralización del actual Estado de las autonomías, en el que se hace muy difícil ubicar a Cataluña. No estoy en condiciones de decir nada respecto de la comunidad en la que vivo.

Lo expuesto no es un camino de rosas. Se ha enumerado, una vez más, con todas las dudas, pero es lo único aparentemente factible al día de la fecha. No son juicios morales irrebatibles, simplemente un intento de ejercicio, pequeño y urgente, de racionalidad. Con los hermanos Marx uno se troncha, pero no los invita a gobernar.

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