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Magia sin magia

Veo a Cristina Pardo presentando «Al rojo vivo» ocupando el trono que hasta hace unos días ocupaba su colega Antonio García Ferreras. Es el mismo día en que encuentran en el garaje de una casa de campo en Córdoba al «banquero de Aznar» con un tiro en el pecho, quizá, como se dijo, fruto de un suicidio. El programa pasa imágenes exclusivas de la llegada al instituto de medicina legal de Córdoba del cadáver de Miguel Blesa en un ataúd de serie, aséptico, de plástico duro en color gris. Se convierte, como es lógico, en la noticia del día, que fue creciendo desde el primer rumor a la certeza del estupor de algunos detalles, como el que se cuenta en el programa. El banquero altivo, arrogante, con su puntito de chulería, una especie de matón de barrio caro que se cree amo del mundo, desayunaba con el dueño de la finca hasta que se levantó de la mesa, salió del comedor, y se oyó un disparo.

Lo cuenta Chani -el periodista Antonio Pérez Henares- dando a entender que ha consultado fuentes de privilegio. Cristina da paso a una conexión que en esta cadena parece inevitable, una condena, un suplicio, la cuota de extravagancia que la presencia de Eduardo Inda aporta a La Sexta. Sí, contesta Inda, Blesa se lo debía todo a Aznar, que lo metió a dedo en Caja Madrid. También dice que Blesa estaba bajo de ánimo porque su horizonte judicial no era muy apetecible, y que apenas podía salir a la calle porque el «hijo de puta, ladrón, sinvergüenza, chorizo» que escuchaba a su paso era una música a la que nadie se acostumbra. Cristina Pardo no sólo iguala al jefe sino que hace un periodismo sin aspavientos ni poses. La única travesura es su flequillo manierista.

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