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¡Bienvenidos al Spain Common Grave Challenge 2017!

Cansados de la matraca sobre el 18 de julio y la Guerra Civil, eh? Qué manía tienen los cadáveres de seguir siendo cadáveres. Cada año la misma monserga con las cunetas, los presos torturados en cárceles franquistas y lo capitostes dictatoriales que mantienen sus honores intactos. Es lo que pasa cuando sabes que tus familiares pueden estar enterrados en una fosa común, que te apetece recuperar sus restos y honrar su memoria en paz. La gente se pone muy caprichosa con los muertos.

Quizás alguien debería plantearse que el sistema de fingir que aquí no pasó nada (circule, señora) no está funcionando y los herederos de las víctimas todavía aspiran a unas migajas de justicia y reparación moral. El truco de poner una alfombra gruesa para absorber la sangre funcionó bien durante el franquismo por aquello de vivir en una dictadura. Las tiranías son bastantes resolutivas a la hora de mantener a la gente asustada y calladita. Pero, en principio, ya no somos esa sociedad temerosa y traumatizada, por lo que cada año que pasamos sin saldar cuentas con nuestro pasado reciente suma puntos en la escala del bochorno y la sinvergonzonería.

Hay algo chirriante, llamadlo remordimiento si queréis, en ese pánico a conocer la historia, estudiarla y debatir sobre ella. En esa obsesión por pisotear a las familias de las víctimas. En ese empeño por dejar en el olvido nombres, fechas y pensamientos de aquellos que murieron por sus ideas. Como si leer sobre el fusilamiento de un comunista llamado Mateo Pérez fuera a gangrenarle el brazo a alguien. Idolatramos la equidistancia entendida como indiferencia y, para ello, nada mejor que no saber nada, no descubrir, nada, no permitir que ninguna brizna de conocimiento perturbe la falsa neutralidad.

A todos aquellos que luchan por conocer el destino de sus antepasados represaliados se les tilda de plastas, interesados o anticuados. Se les acusa de querer abrir heridas (recordad, somos una ciudadanía frágil que en cualquier momento puede ponerse a sangrar) cuando, en realidad, lo único que buscan es sanar las suyas propias.

De todas formas, como no quiero que me echen en cara que avivo odios fratricidas, propongo una solución para aquellos a los que les molesta que se cuestionen los actos de una dictadura militar. Dado que es obvio que subsanar los desmanes fascistas se la trae bastante al pairo, debemos probar un enfoque nuevo: hacer que vivan la exhumación de los represaliados como un gran acontecimiento vanguardista de prestigio internacional. Un evento moderno e innovador para averiguar en qué enclave de la geografía española hay más fusilados. Otra cosa no, pero de muertos anónimos tenemos el suelo lleno. Por algo España es el segundo país , detrás de Camboya, con mayor número de fosas comunes.

Con un nombre que suene dinámico (mi opción: Spain Common Grave Challenge 2017), un logo molón y un poco de mercadotecnia bien hecha, lo tenemos apañado. Así podrán presumir de la avanzada tecnología española en búsqueda y exhumación de cadáveres, de la gran eficacia de los operadores que trabajen con los restos, del esfuerzo y la emoción de los allí presentes... Ellos estarán contentos desarrollando su discursillo panfletario sobre las bondades de España y los familiares (convertidos aquí en proactivos emprendedores, por supuesto) tendrán algo de alivio al recuperar a sus ancestros sin aguantar insultos, zancadillas ni desaires.

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