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Nacer sin estómago

Los buzones son el subconsciente de las calles. Ahora acaban de abrir una oficina de correos sin buzón, pero eso es como nacer sin estómago, o sin intestinos, con todo lo que metaforizan esas vísceras. Me pregunto de dónde viene (incluso a dónde va) el arquitecto capaz de un olvido de semejante calibre.

Los buzones de Correos son el subconsciente de las calles. Lo eran al menos cuando la gente escribía cartas. Solían estar en las esquinas porque la esquina es un punto de referencia emocional. De manera que pasabas por delante del bar, del estanco y al llegar a la panadería tropezabas con el buzón. Una hermosa escultura amarilla en medio de la acera. En su interior se mezclaban las caligrafías más ásperas con las más delicadas. Queridos padres, espero que al recibo de esta os encontréis bien, yo quedo bien gracias a Dios. Tal era la fórmula con la que comenzaban miles y millones de cartas, porque entonces todo el mundo estaba separado de los padres. A partir de ese saludo, se accedía un rosario de calamidades o descalamidades que por lo general se enumeraban con buen pulso narrativo. En la mili hice de escribiente de compañeros analfabetos que tenían instinto para el relato. Quiere decirse que eran iletrados, pero no incultos.

Pues bien, uno pasaba junto al buzón como el que pasaba junto a un árbol, sin pensar en las raíces del árbol ni en el contenido oscuro del buzón. A veces, era uno mismo el que echaba la carta y leía luego las horas de recogida para calcular cuánto tardaría en llegar a destino. Porque estaba escrito que llegaría. Hay toda una mitología en torno a este asunto: cartas que llegaron cuarenta años después de ser echadas, cuando el destinatario y el remitente estaban muertos. El destinatario y el remitente, muertos o no, permanecían unidos por lazos invisibles que atravesaban el océano o comunicaban un extremo del mundo con el otro. Recuerdo haber fantaseado con la idea de que todos los buzones de correos del universo se comunicaban por túneles subterráneos a través de los cuales las cartas iban de un sitio a otro de la Tierra.

Viene esto a cuento de que en Avilés acaban de abrir una oficina postal en la que no hay buzón. Pero eso es como nacer sin estómago, o sin intestinos, con todo lo que metaforizan estas vísceras.

Estamos por tanto ante una oficina de Correos sin entrañas, podríamos decir. Me pregunto de dónde viene (incluso a dónde va) el arquitecto capaz diseñar un olvido de semejante calibre. La gente se queja, claro, yo creo que más que por lo que el buzón soluciona, por lo que significa.

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