La semana pasada el equipo de Gobierno de la Diputación de Valencia hizo balance de la legislatura. Nos describieron los mundos de Yupi. Dicen que «han revolucionado todas las áreas», que han «limpiado la imagen de la institución y ya no da vergüenza», que es «más transparente y ecuánime»€ Vamos, que en dos años han dejado la casa como los chorros del oro.

Por el contrario, el PP, con sus gafas de crítica permanente, lo ve todo negro. Donde el Gobierno vislumbra revolución, ellos perciben colapso; donde el cuatripartito aprecia transparencia, ellos advierten sectarismo€ El grupo más numeroso de la oposición defiende que el Gobierno no acierta ni una.

¿Y Ciudadanos? ¿Cómo interpretamos nosotros estos dos años? Pues ni tanto ni tan calvo. Yo no me creo que nadie sea tan perfecto o tan inútil. Este maniqueísmo estéril, esta manera de simplificar las cosas es propia de la política rancia del pasado y de los populismos del presente, de esa política que tanto han criticado algunos de los que ahora gobiernan en la Diputación ¡Parece mentira!

El PP, ya sabemos, cambia las lentes depende de si gobierna o no. Antes llevaba las de la autocomplacencia, ahora luce las de la ineficacia del contrincante. El PSOE también sigue la táctica de doble rasero de los viejos partidos; pero me sorprende que Compromís, València en Comú y EU lo hagan igualmente ¿En serio piensan que han llegado y han triunfado? ¿Dónde está la autocrítica? Reconocer errores es el pilar fundamental para mejorar. Me da miedo, mucho, el político que se enorgullezca de no errar. Es realmente vertiginoso que un gestor crea que está en posesión de la verdad.

Yo, con mis gafas de crítica constructiva, observo un escenario con aciertos y equivocaciones. Veo blancos y negros. Empiezo por las luces: estamos llegando a acuerdos que benefician a los valencianos. Para mí es gratificante que se aprueben muchas de las iniciativas presentadas por Ciudadanos porque llevan un trabajo de estudio y consenso detrás, y en última estancia están pensadas para mejorar la vida de todos.

Voy con las sombras: no me parece bien que la diputación supla el déficit económico de la Generalitat. Ahora resulta que Ximo Puig idea los proyectos y Jorge Rodríguez se los paga. No podemos vaciar el presupuesto de la corporación provincial cuando hay municipios que necesitan esas partidas para mejorar los servicios a sus vecinos. Tampoco es de recibo que se beneficie a unos pueblos en detrimento de otros ¿Por qué la diputación subvenciona con 70.000 euros la actuación de David Bisbal en Ontinyent, gobernado por el presidente de la corporación? ¿Por qué la mayoría de actos culturales van a municipios gobernados por el cuatripartito? Esto es una sombra alargada como la del ciprés de la novela del gran Delibes.

Lamentablemente, no es la única. Otra especialmente criticable es la que se repite en cada pleno. No creo que a alguien le parezca lógico recibir mociones dos horas antes de la sesión en la que se han de votar. Nadie en su sano juicio entiende que tenemos tiempo suficiente para estudiar, analizar y decidir el sentido del voto. Eso no es jugar limpio porque impide el trabajo de los grupos para enriquecer las propuestas.

Ante estas sombras, unas más alargadas que otras, y las luces, el camino de Ciudadanos está trazado: seguir proponiendo, dialogando y consensuando porque ponerle palos en la rueda al Gobierno no es hacer una oposición eficiente. Lo tenemos claro: continuamos haciendo política útil, trabajando para mejorar en transparencia y en servicio a los valencianos. Los ciudadanos siempre han de estar por encima de las luchas partidistas. Nosotros queremos sumar luces y contribuir a reducir las sombras.