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Delicias digitales

No me extraña que la Administración pública imite a las empresas de telefonía: ambas sueñan con no tener que responder cuando les llamen y menos si llaman para quejarse. Un rasgo de nuestro tiempo es que la barbarie no viene, como toda la vida, de las estepas del este o de los hielos del norte, sino que va del centro a la periferia. Esos programas de la tele que tan deshuesados y patateros nos parecen, empezaron en California o Nueva York, desembarcaron en las televisiones privadas y, al final, fueron imitados por las públicas y las autonómicas, si no han fallecido. Yo, como Miguel Ángel Villa, de Alzira, también fui a la tesorería de la Seguridad Social y aunque había muchos funcionarios, tuve que abrirme cuenta digital, elegir contraseña (apuntármela en casa para que no se me olvide) y pedir un certificado on-line.

Al final, dos amables funcionarios me ayudaron en esto y lo otro, porque eran probos, les caí bien o me habían visto en la tele. O por todo eso. No sabía si trataba en una oficina de mi país o era un refugiado en Nueva Zelanda. Los de la independencia no son los únicos que crean inseguridad jurídica. Más de un millón de valencianos -cuenta Levante-EMV- están fuera de la administración digital porque no tienen correo electrónico ¿Y por qué iban a tenerlo? La tecnología es para vivir mejor pero con la informática, antes de tratar el pie dolido, te invitan a correr.

Antes de ser una nación de pinches y cocineros mediáticos, de esos que manejan las lascas de bacalao como si fueran barras de grafito de un reactor nuclear, había gente en información, empleados que se ocupaban de tu tarjeta de embarque, departamento de reclamaciones con gente de verdad y hasta una gentil delegación de Hacienda que te enviaba a casa el borrador de la declaración de la Renta (ahora te lo tendrás que bajar tú). Mucho empleo me parece que hay para lo que son nuestros usos. La informática es como pedirle a uno que pregunta por la parada de Alfafar que conduzca él el bus, la única tecnología que considera la completa ignorancia punto de partida. Y tal vez de llegada.

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