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Prófugos a pares

Los dos primeros españoles condenados de la lista Falciani (de grandes defraudadores fiscales) se han fugado antes de que les metieran en la cárcel, todos nacemos con prisas, pero algunos llevan turbo de serie. Hervé Falciani era un empleado de HSBC en Ginebra, que dio a conocer su lista a unos cuantos gobiernos, también al nuestro, pero lo metieron a él en la cárcel. Si no han leído demasiado de esa lista, no les extrañe: sale mucho cuñado y por el cuñado se sabe donde hay pasta a barullo. A veces los Estados practican la autofagia, glorifican a quienes les dañan, desarrollan enfermedades autoinmunes y amnistían a quienes no les pagan. El ministro Cristóbal Montoro, sin ir más lejos, tiene un poco cara de patógeno.

Los dos fugitivos no pueden ser más diferentes. Ni más semejantes. Uno es Sixto Delgado, ingeniero canario jubilado que declaraba haber obtenido 20.000 euros por la venta de su buena uva. Por la mala, en cambio, había acumulado más de 5 millones de euros, libres de impuestos. En HSBC. El otro era un judío de Melilla, Jacob Benzaquen, cuyas empresas entraron, todas, en concurso de acreedores de la noche a la mañana. Hacienda le reclama 21 millones, es decir que sus empresas eran vírgenes: jamás había sido penetradas por el inspector (de Hacienda).

No quiero ni pensar mal de los magistrados que no tomaron medidas preventivas, pero un poco distraídos sí que son. Jesús ya dijo que donde está tu tesoro, está tu corazón y uno no puede estar al amor del vino de Tacoronte y tener el tesoro en Suiza. O tu corazón (y tu pasaporte) en Israel y las empresas, desvanecidas en el aire de España. En algún momento el corazón y su tesoro se han de reunir en un paisaje de Heidi, lo hemos visto en las películas. Los fugitivos, pese a su manifiesta incomparecencia, siguen pleiteando y, si tenemos en cuenta que Ángel María Villar, el presidente del fútbol español, está encarcelado puede que, tacita a tacita, logren un título ¿En los Mundiales? No, el de marqueses, no se desanimen.

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