Hablemos claro. Capitalismo salvaje, sí, capitalismo sin entrañas, la ley del más fuerte, del que más puede pagar, del que más tiene que perder, eso es el vientre de alquiler, lo que algunos llaman disimuladamente, gestación subrogada. Qué socorridas son las palabras para dulcificar la realidad.

Nadie aguanta un año de náuseas, bombo, cesárea, episiotomía y tormenta hormonal por altruismo. Allá donde se reguló la gestación subrogada de forma 100 % altruista, sin compensación económica de ningún tipo, como en el Reino Unido, solo hay una media de 20 casos al año. Vamos... familiares de alguno que lo necesita, y poco más.

Los partidarios de esta técnica se dedican a lanzar vídeos de testimonios por las redes sociales, donde los que han gestado y parido en nombre de otros, ponen de manifiesto sus razones filantrópicas para hacerlo. No me cabe duda de que a las mujeres que asumen esta carga tan pesada les costaría sobrellevarla si sólo lo hicieran por dinero. Evidentemente, debe de ser más fácil soportarlo si te sientes útil. Ayudar a los demás es una de las claves de la felicidad. Pero no nos engañemos. Sin la compensación económica no estarían donde están, haciendo lo que hacen. No lo digo yo. Nos lo dice la experiencia de países como Reino Unido. De hecho, la propuesta que ha hecho Ciudadanos en España asume que existiría compensación económica.

Hablemos claro. Si lo necesitara, si no tuviera otra manera de tener un hijo con el hombre al que quiero, lo haría, me hipotecaría y pagaría los 150.000 euros que suele costar en California que otra mujer geste el hijo que estás desesperadamente buscando. Me hipotecaría de por vida si hiciera falta, como lo hacen tantas parejas que acuden a la gestación subrogada como último recurso. ¿Cómo no entenderles? ¿Cómo no comprender la consternación que comporta que la vida te niegue la posibilidad de crear lo que casi todo el mundo tiene a tu alrededor? Una pequeña familia a la que querer y que te quiera.

Eso no me impide comprender que de lo que estamos hablando es de mercantilizar algo que conjuga muy mal con una fría relación de compra venta de servicios. Que quien se vende, es una vez más el eslabón más débil de la cadena, el cuerpo de la mujer. Son tantos siglos de abusos que me revuelve un basta ya.

Mi capacidad de empatía con quien se ve impelido a acudir a esta técnica, tampoco me deja tan ciega como para ver que si en países como Estados Unidos ya es muy discutible la supuesta libertad de las mujeres que se ofrecen para gestar, en países como Ucrania, Sudáfrica o la India no me cabe duda de que la venta es a cambio de pura necesidad.

Si ya existe en otros países, no regularlo es clasista a rabiar: solo lo podrán conseguir los que lo puedan pagar, capitalismo puro y duro. Regularlo supondría, en cambio, reconocer que hay algo de bueno y legítimo en la explotación. Que difícil. No lo veo claro.