Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Julio Monreal

Hacienda somos todos ¿o no?

Hacienda se va a la avenida de Francia, el barrio "high tech" de València. Ni el Cabanyal en regeneración ni el empobrecido Benicalap recibirán la lluvia de millones y funcionarios que acarrea la futura sede. Juan Roig pudo irse a Zaragoza pero prefirió Parc Sagunt. Hacienda en cambio no tiene corazón.

El polígono Parc Sagunt, un espacio de uso industrial y titularidad pública con millones de metros cuadrados disponibles, ha languidecido durante años a la espera de que la recuperación económica o un golpe de suerte hicieran nacer brotes verdes en lo que venía siendo un auténtico erial.

Un día, un empresario valenciano de primer nivel internacional, el presidente de Mercadona, Juan Roig, decide descartar otros emplazamientos posiblemente más interesantes, como Zaragoza, y se fija en Parc Sagunt para establecer su principal base logística. En pocos meses ha comprado más de medio millón de metros cuadrados y ha desatado un efecto simpatía en otras grandes empresas que ha agotado el suelo de la primera fase del polígono hasta alimentar las expectativas de colocar en el mercado la superficie de la segunda fase a un precio imposible de soñar hace solo un año. La operación permitirá recuperar para el conjunto de los ciudadanos una buena parte del dinero invertido y dinamizar un área deprimida con una elevada tasa de desempleo.

Unos 28 kilómetros al sur, en la ciudad de València, el todopoderoso Ministerio de Hacienda ha dejado arruinar la sede que viene ocupando desde 1959 en la céntrica calle Guillem de Castro hasta el punto de concluir que el edificio es irrecuperable para su uso. Han alquilado para cinco años un inmueble del BBVA en la plaza del Ayuntamiento y ahora acaban de anunciar que van a construir una finca de 12 alturas para centralizar los servicios de Hacienda y la Agencia Tributaria que tienen distribuidos en varios puntos.

¿Dónde será construido el inmueble en el que trabajarán centenares de funcionarios que salen a las 10.00 horas a almorzar, atraen miles de contribuyentes cada mes para realizar consultas y dinamizan un espacio notable a su alrededor? En la avenida de Francia, en barrio high tech de la capital, el que la iniciativa privada ha colmatado en solo 20 años en torno a dos potentes locomotoras comerciales como El Corte Inglés y el centro Aqua.

Como dijo un afamado político a propósito de unos inmigrantes subsaharianos que se resistían a ser devueltos a su país y fueron metidos casi a empellones en un avión: «Teníamos un problema y lo hemos solucionado». Hacienda tenía un solarcito en la zona más chic de la capital y allí pretende irse con un buen montón de dinero entre proyecto, obra e impacto sobre el entorno. Aunque este último será más bien escaso porque el barrio, como podrá apreciar cualquier caminante curioso, está completo y es nuevo.

Los 36.000 metros cuadrados de la parcela de marras, sita en la calle García Berlanga, fueron entregados a Hacienda por el Ayuntamiento de València en 2001, a cambio de un conjunto de solares más pequeños en los que la ciudad ha ido instalando equipamientos sociales y deportivos. El hoy teniente de alcalde de Urbanismo, el socialista Vicent Sarrià, calificaba en 2014 prácticamente de tocomocho esta permuta formalizada entre las administraciones central y municipal presididas respectivamente por José María Aznar y Rita Barberá en los albores de la burbuja inmobiliaria. El solar había sido valorado en unos 12 millones de euros y el concejal que hoy tiene la responsabilidad del planeamiento urbano entendía, de una parte, que el precio era demasiado bajo, y de otra que transcurridos más de diez años sin que se edificara la sede de Hacienda, el terreno había de volver al patrimonio municipal para su venta como suelo terciario y la obtención de beneficios para reinvertir.

Al margen de la peripecia administrativa de la parcela parece conveniente analizar la idoneidad de la ubicación como sede de un potente edificio público. Después de la reversión del plan de Rita Barberá para el Cabanyal por parte del gobierno municipal de Joan Ribó y el ejecutivo autonómico de Ximo Puig ambas administraciones se han implicado en la recuperación del barrio marinero, si bien a un ritmo extraordinariamente lento, como lamentan los vecinos en cuanto tienen ocasión. También la iniciativa privada está impulsando proyectos de regeneración. ¿Podía haberse sumado Hacienda con su nueva sede a este empeño? Claro que sí. Habría sido todo un gesto. Si cabía junto a la estación de Renfe en el Cabanyal un complejo para 5.000 estudiantes de la Universidad Europea de Valencia (un proyecto fracasado por razones aún no suficientemente aclaradas) también hay espacio para la sede central de Hacienda, que también cabe junto al hospital San Juan de Dios, y junto a la curva del tranvía en la avenida de los Naranjos, y en los solares del soñado complejo deportivo Balcón al Mar, junto a los bloques Jarabo, y hasta en la Marina ex Real de València, que podría descontarse parte de la abultada deuda que mantiene con el Estado cediéndole un buen solar.

El Marítimo está en fase de regeneración, y necesita manos. Pero también las precisa Benicalap, distrito con la renta per capita más baja de la ciudad. Y lo mismo se podría decir de Orriols, de San Isidro y de tantos barrios. El impacto de la ciudad administrativa 9 d’Octubre en l’Olivereta es un buen ejemplo. Hacienda puede estar en cualquier punto bien comunicado. Lo que importa es que el dinero público vaya donde más convenga, donde más interese. A todos. Y Hacienda somos todos, ¿no?

Los turistas han sido, son y han de ser bienvenidos en la Comunitat Valenciana

Las minoritarias protestas contra la saturación turística han ganado cuerpo y enraizado en algunos sectores de población, especialmente los residentes en zonas de atracción, que se sienten parte del decorado de un parque temático. Al mismo tiempo, esos lamentos han sido vistos por organizaciones antisistema en Cataluña, Baleares y el País Vasco como una oportunidad para pescar en río revuelto e incomodar al Estado español en un asunto sensible como la imagen exterior del país, como han hecho con los toros. En la Comunitat Valenciana, donde no existe el tejido industrial catalán o vasco, el turismo tiene un mayor peso en la economía y en el empleo. Una pintada o una pancarta en un balcón no constituyen rechazo generalizado a la llegada de visitantes extranjeros, como han dejado entrever algunos de forma irresponsable en esta última semana. Con las cosas de comer no se juega. València, Alicante y Castelló no son Barcelona, donde los visitantes no caben en el Parque Güell. Conviene que se estudien y se adopten medidas preventivas para evitar que la saturación se convierta en un problema. Pero los turistas han sido, son y han de ser bienvenidos en la Comunitat Valenciana. El mercado británico, principal emisor de visitantes, usará los incidentes para forzar los precios a la baja. Y el camino está en la calidad.

Compartir el artículo

stats