El clima es una materia apasionante, pero de vez en cuando me escapo a otras cuestiones siguiendo la senda geográfica. La hipótesis del cambio climático ha introducido un desagradable matiz político y propagandístico que provoca hastío. Ya hace tiempo que ni siquiera me digno a tener en cuenta las catastróficas predicciones que se multiplican en prensa y revistas científicas. Pero la última de las que me ha llegado es de un tamaño descomunal. 2090: España será el nuevo Sáhara. Cumple todas las normas: un titular muy impactante, con un futuro desolador y una fecha en la que ninguno de nosotros estaremos para corroborar el desastre o el desastre de la predicción. El combustible lo aporta un artículo publicado en la revista Science. Publicar una afirmación contraria seguro que no es tan fácil. Y para corroborarlo un paseo por las tierras murcianas. Al menos apunta a otros factores, de tipo humano, como el abandono de cultivos tradicionales o el crecimiento urbano. La realidad es que España es cada vez más verde. La semana que viene aprovecharemos los satélites para indagar en el asunto. Hoy nos quedaremos con las series de precipitación. La aplicación Giovanni de la NASA permite obtener una serie pluviométrica para el total de la Península y Baleares. Un vistazo ya deja la impresión de la ausencia de una tendencia clara que nos lleve a la desertificación, pero no nos fiemos. Si cogemos la serie y la descomponemos, nos refleja una marcada estacionalidad, con dos picos, en otoño y primavera, y la sequía estival; y una serie de ciclos, pero sin tendencia definida. Nuestro periodista viajero se traslada a Murcia e, igualmente, hemos obtenido la serie para el sudeste español y las conclusiones son las mismas. Más que al cielo, deberíamos mirar a esas rotondas con césped.