Y luego me preguntan por qué Montoro está entre mis musas favoritas. Como si no fuera poco que te asalte la cartera mientras aprueba amnistías fiscales que después son inconstitucionales o dispone una política tributaria que funciona con el tres en raya. Si te alineas en asalariado, autónomo o pyme te toca el impuestazo. Y si la ficha cae en el Ibex fortunas gigantescas o grandes empresas, son impuestillos lo que pagas.

Lo reconoce el propio Ministerio de Hacienda. Sus datos aseguran que el año pasado los grandes grupos empresariales tributaron un 7% de su resultado contable, muy lejos del tipo oficial del Impuesto de Sociedades fijado en un 25%. Olé la ingeniería financiera y más olé la nula equidad con la que unos y otros contribuimos al sostenimiento de este país porque, si todavía no lo tenías claro, esos impuestillos no están hechos para ti.

A la contratación de carísimos asesores fiscales, las grandes sociedades unen un barullo de deducciones y bonificaciones, créditos fiscales para compensar pérdidas anteriores y los cambalacheos propios entre empresas de un mismo grupo. El resultado a la vista está: cuanto más grande eres, menos porcentaje aportas, lo que se da de piñas con un sistema que dice ser progresivo pero lleno de agujeros por los que estas grandes corporaciones escapan legalmente del pago de impuestos que les corresponde.

Datos que enervan la sangre cuando ves los descuentos en tu nómina, la cuota de autónomos a cambio de nada o los requerimientos que llegan cuando retrasas el abono de una tasa.

Para cabreo mayor, las cifras oficiales nos regalan otra realidad puñetera: las empresas ingresaron 3.000 millones menos de lo previsto. Lo que viene a ser, para ponerlos en medida, dos meses del gasto de las prestaciones por desempleo.

Es ya un clásico que Montoro no acierte nunca la previsión de ingresos. No lo hace con el Impuesto de Sociedades ni con ningún otro. Sin embargo, el muy campeón, sigue vacilando a la Unión Europea mandando papelitos con ingresos imposibles que el tiempo no tarda en corregir. En el conjunto de tributos, en 2016 se quedó por debajo de lo presupuestado en 7.300 millones, unos cinco meses de prestaciones de desempleo por seguir con el ejemplo. Y ahí sigue, saliendo cada año -y van seis- a defender unas cuentas públicas con el morro bien puesto.

Da igual que se equivoque a pesar del crecimiento económico que tanto aire está dando a las arcas públicas. Ya están las comunidades autónomas para pagar el pato que para eso el que reparte se lleva la mejor parte en la distribución del déficit. Y si no avanza la sanidad, la educación y las políticas sociales, principales competencias de las comunidades, pues que suban ellas los impuestos que el ministro está ocupado con sus cosas: incumplir sus propias previsiones, facilitar que las grandes empresas tributen menos que sus trabajadores y entretenerse cruzando fichas con el tres en raya.