Hace unos días nos encontrábamos con la noticia de que el actual Gobierno pretendía «rectificar» (o eso iba a estudiar) «levantando» el veto a la jornada de 35 horas semanales para los funcionarios. Estas declaraciones lanzadas con la boca pequeña y entre dientes de los responsables del PP, con un marcado lenguaje electoral con vista a 2018, no deja de ser lo que es, un lavado de imagen de quienes con sus últimas reformas laborales han llevado a las personas trabajadoras, hacia empleos precarios y una pobreza laboral mayoritaria en la población española. Los mismos que suprimieron las jornadas de 35 horas en la Administración (nunca les gustó) frente a las actuales 37,5 horas, nos hablan de que van a «hacer todo lo posible por evitar la conflictividad» laboral. Y es que el PP es como Dios, «aprieta pero no ahoga» (o eso piensa). Fueron esos mimos gobernantes quienes colocaron la soga al cuello del desempleo a millones de personas, fueron los que redujeron las prestaciones para los desempleados y empobrecieron las pensiones. Fueron algunos de los efectos de la reforma de 2013 y de las que le continuaron.

Todo esto ocurría mientras se realizaban amnistías fiscales a las clases más elitistas y adineradas, se salvaban bancos con dinero de todos y nos jodían la sanidad pública, y de paso la salud. El PP no solo representa su conexión generacional y cultural con el franquismo y la derecha más rancia. También ha sido el brazo político de los sectores más reaccionarios de la patronal CEOE y de la clase empresarial, mientras el PSOE se colocaba con la derecha moderada.

Por otra parte, eso de dar y quitar derechos, les va bien a algunos que piensan que España es su cortijo personal, y aquí se hace «lo que mande el señorito», (perdón quise decir «el emprendedor»), nuestros derechos están sujetos a la supuesta buena predisposición de quien está arriba. Al mismo tiempo, siempre le viene bien a la derecha mediática tener a la clase trabajadora bien dividida, unos con empleos precarios y otros sujetos a cierta estabilidad (y es que el amo del cortijo, puede ser generoso cuando quiere y con quiere, faltaría más). En muchas empresas no hay la suficiente democracia interna que iguale las relaciones entre trabajadores y empresarios. Aquí se está sujeto a la tiranía del que manda, algunos centros de trabajo son auténticas dictaduras, donde solo se puede obedecer. El sindicalismo se constituyó históricamente para derrocar esa tiranía que pretende controlar nuestras vidas más allá de nuestra jornada laboral.

En este país, la jornada de 8 horas de trabajo (40 semanales) fue una conquista del movimiento obrero entre muchas otras. Las últimas reformas solo han servido para destruir el empleo, aumentando las jornadas laborales con la realización de horas extraordinarias y la contratación temporal. Si actualmente no se realizaran horas extras, se generaría más empleo. Además, desde el sindicalismo y específicamente desde nuestra confederación sindical y libertaria, la CGT, siempre hemos reivindicado una jornada de 35 horas semanales por ley (y sin reducción salarial) para todos los trabajadores, para todos los mismos derechos. Una jornada de 35 horas semanales sin reducción salarial y sin horas extras encubiertas, colocaría a la clase trabajadora en el lugar que le corresponde y a la cabeza de la conquista de sus derechos sociales y de su propia emancipación.

Después del verano, tendremos un otoño caliente en movilizaciones en defensa de las pensiones públicas y por la derogación de las últimas reformas, y de lucha sindical al margen del postureo político del gobierno y la oposición parlamentaria. Porque en este mundo destruido por las políticas más reaccionarias, más inhumanas, la clase trabajadora aún puede construir su propia alternativa transformadora e igualitaria.