Orión es una de las constelaciones más famosas, seguramente la preferida para la mayoría de la gente. Es el icono del cielo de invierno para quienes habitamos el hemisferio norte, aunque desde el hemisferio austral es símbolo del verano. De diciembre a febrero es fácil encontrarla en el cielo: desde España sólo es necesario mirar hacia el horizonte sur para localizarla. Lo que mucha gente desconoce es que ahora, todavía en pleno verano pero entrados ya en la segunda quincena de agosto, Orión regresa al firmamento y se puede observar perfectamente antes de que amanezca. Durante la mayor parte de la primavera y el principio del verano, la gran constelación que simboliza al cazador de invierno no es visible porque sólo está por encima del horizonte durante el día, pero no por la noche. Ello se debe a la diferente perspectiva que tenemos en el cielo en cada época del año, mientras la Tierra gira alrededor del Sol y su órbita produce cambios estacionales en el cielo visible. En junio no vemos Orión, Canis Major (en la que se halla Sirius, la estrella más brillante del cielo nocturno) y otras constelaciones porque se levantan de día y el Sol, al estar delante de ellas, nos impide observarlas. Pero avanzado el mes de agosto Orión se ve muy bien mirando hacia el horizonte este al final de la madrugada. La noche ya es más larga que a principios del verano y esta constelación amanece antes de que empiece a clarear, una vez que se ha separado lo suficiente de la línea visual del Sol. Recostada sobre el horizonte, la gran constelación regala una imagen grandiosa al realzar el paisaje terrestre con su proximidad a las montañas o a la línea de mar si observamos desde la costa. El amanecer de Orión es un obsequio inesperado del cielo estival, aunque en realidad es una de las señales astronómicas de que estamos camino del otoño.