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Amores con lógica

Sonia: «Saúl me decía a menudo (no porque yo tuviera poca memoria sino porque él tenía tendencia a repetirse, era un hombre ajo) que le fascinaban los amores con lógica. Era una forma como otra cualquiera de admitir (o de presumir, que viene a ser lo mismo) que en eso del amor y otras compañías era frío como un témpano. Si no puedes objetivizar las razones por las que amas a alguien, decía, es que no es amor, es simple capricho, obsesión, deseo o, peor aún, un arrebato pasional condenado a fenecer más pronto que tarde. Le encantaba usar el verbo fenecer, lo que explica en parte por qué feneció lo nuestro. Cuando se animaba a decirme palabras de amor en momentos íntimos (no negaré que era un amante aceptable, quizá porque procesaba cada movimiento tomando en cuenta mis reacciones, algo un poco robótico pero eficaz) yo siempre me preguntaba si me lo decía porque realmente lo sentía o porque de esa forma se libraba del marrón de tener a una novia desconfiada. Odiaba las canciones lloronas de cantantes enamorados o desenamorados, abandonados o fugitivos, y en eso he de decir que le terminé dando la razón. No soporto que alguien me inunde los tímpanos con reproches, ajustes de cuentas, lamentos y desgracias sentimentales para buscar la complicidad de un público que también tiene alguna herida amorosa en su memoria. Todo el mundo la tiene y por dignidad hay que mantenerla escondida, no ir mostrándola por ahí como si fuera lo más extraordinario del mundo. En fin, Saúl creía en la lógica del amor (supongo que por eso me dejó por la hija de un alto cargo de Hacienda) y yo siempre me he arrimado a hombres ilógicos, esos que son como esas manzanas que brillan gracias a la cera que les ponen pero que luego no saben a nada. Mi vida está llena de mordiscos así y a veces lamento no ser más lógica y revisar bien las manzanas antes de llevarme una a la boca. Mi madre decía que si dedicáramos el mismo tiempo a combatir nuestros defectos que a buscar los ajenos, nuestra vida sería mucho más armoniosa, pero nunca le hice mucho caso porque prefiero espiar las divertidas sombras de los demás antes que dejarme derrotar por las mías».

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