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Financiación y balcanización

En la mayor concordancia hay mayor reposo, donde hay más reposo hay más igualdad, donde hay mayor igualdad hay mayor perfección». Es una reflexión que Juan de Herrera (además de arquitecto, matemático y geómetra) dejó escrita mientras dirigía las obras de El Escorial.

En la actual España de las autonomías puede sonar a exagerado hablar de posible balcanización (término surgido a raíz de los conflictos del siglo XX en la Península Balcánica, usado para describir el proceso de fragmentación o división de una región o estado en partes o estados más pequeños). Sin embargo, la perplejidad que produce la no resolución de la financiación de las comunidades autónomas (CC AA) obliga a traerlo a colación. Antes de caer en la tentación de recurrir a todas las tragedias ocurridas con la desaparición de la antigua Yugoslavia que ellos mismos definen como si contaran las piezas de un mosaico (seis repúblicas, cinco naciones, cuatro culturas, tres lenguas, dos alfabetos, un estado) es prudente recurrir a Herrera.

Los políticos profesionales tienden a pensar que solo ellos se ocupan del bien común. Sin duda, tienen la obligación y la legitimidad para encabezar estas reflexiones. Sin embargo, no pueden trazar líneas rojas que dejan fuera a quienes pensamos que ellos, como grupo profesional, pueden haberse equivocado en un asunto tan vital como es la organización del Estado y la financiación de las CC AA.

Mariano Rajoy dice que el nuevo modelo de financiación autonómica debe hacerse por «unanimidad» de todas las partes y pide «sentido común» en la negociación política que se abrirá. Traslada, además, a las regiones toda la responsabilidad para ponerse de acuerdo: «Siempre que hay una negociación, el 80 % es la voluntad de llegar a un acuerdo y si las comunidades autónomas se sientan con la voluntad de echarse los trastos a la cabeza, va a ser muy difícil». Desgraciadamente parece ignorar la realidad: las forales Euskadi y Navarra ya están fuera, Cataluña, ocurra lo que ocurra en las próximas semanas, ha decidido que este acuerdo no le interesa y Madrid ya no puede seguir como una más de las CC AA por su privilegiada situación de capitalidad. Aquello que Rajoy pide es un supuesto acuerdo entre la mitad de españoles, que además representan menos del 50 % de la riqueza nacional.

Por su parte, el Consell sigue en su línea de reclamar una mayor parte en el reparto y con ello descalifica a quienes no creemos que la España de las CC AA pueda seguir con un Gobierno central que recauda y luego reparte. Ximo Puig nos excomulga cuando afirma que la unidad debe estar basada en la lealtad a los valencianos y si alguno es desleal, los valencianos tomarán nota. Sin decir como remediarlo, todo se queda en que la Comunitat es «la peor financiada» y «por tanto, hay que dar una repuesta». «Se puede estar de acuerdo o no en un instrumento como es una manifestación, pero no se puede estar en contra de los valencianos». Estas frases las dirige al PP pero también lo hace a quienes rechazamos el victimismo de lustros y pensamos que el debate debe consistir en decidir entre una España federal o una orgullosa devolución de competencias.

Los que así pensamos podemos estar equivocados, pero tenemos derecho a participar en debate lo más documentado posible y para este tipo de reflexiones están medios como Levante-EMV. Reconozco que algunos no dan factibilidad alguna a los dos caminos de la disyuntiva. Quien fue diputado del PP, Joaquín Calomarde, escribía aquí el miércoles pasado sobre el Estado federal: «No me gusta el federalismo, ni considero necesario tocar la Constitución en ese sentido, y mucho menos en la actual legislatura cuando la composición de las Cámaras lo hace literalmente imposible de acuerdo con las propias prescripciones constitucionales. Tanto el artículo 2, con el concepto político de "nacionalidades y regiones" en la indisoluble unidad española, como la Adicional Primera y desarrollos posteriores de la Constitución ya introducen bastantes divergencias y asimetrías. No creo necesario ni conveniente ahondar en ese camino político».

Y sobre la devolución de competencias, Calomarde escribía: «Ningún gobierno español, ni pasado ni presente ni futuro, sugerirá una idea recentralizadora del Estado en lo referido a la educación y la sanidad, las grandes partidas del gasto transferidas, con mejor o peor sentido político, a nuestras autonomías». Ignoro lo que realmente propone, pero debatámoslo.

Respecto a la forma como ha actuado la clase política en el tema autonómico, otro político, en este caso el socialista Felipe Guardiola, el lunes pasado, y sobre la Cataluña previa al atentado, coescribía: «El que dio la señal de salida al proceso independentista fue Rodríguez Zapatero cuando afirmó que la reforma del Estatut de Cataluña que aprobara el Parlament de Cataluña sería prácticamente acatada por el Estado, dinamitando nuestro Estado autonómico en que los estatutos de autonomía son leyes orgánicas que deben aprobar las Cortes Generales, y que están sujetas al control del Tribunal Constitucional. Y después de lo sucedido, ¿es comprensible que el PSOE proponga otorgar a la Generalitat de Cataluña un estatuto confederal, es decir, una propuesta que dinamitaría nuestro Estado autonómico?».

Sobre el triste papel de los expertos llamados a solucionar el problema autonómico, el sábado, también en estas páginas, Miguel Catalán afirmaba: «La reciente reunión del Comité de Sabios de Montoro ha vuelto a poner sobre la mesa el problema de los comités de expertos elegidos por los gobiernos para justificar, a cargo del erario público, ante las clases populares los sacrificios económicos que por fuerza deben realizar».

En la guerra de Yugoslavia, los muertos eran croatas, serbios, kosovares, etcétera. Por eso alarma que el sábado, en el parte de fallecidos identificados, para la Generalitat que se la coge con papel de fumar, el balance fuera: «Una mujer italiana, una mujer portuguesa, una mujer con doble nacionalidad española y argentina, dos personas catalanas y dos personas de nacionalidad española». Aunque sea desde la modestia política de Levante-EMV, hablemos y debatamos en busca de la concordancia, el reposo, y de la perfección de Juan de Herrera en el futuro de las comunidades autónomas.

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