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El heredero de Cruyff y Guardiola curra en Chamartín

Pepe Mel observaba desde el banquillo cómo Keylor Navas retenía el balón en su área. Parecía probable que lo pateara pero, 44 pases después, el Real Madrid firmó un gol de los se veían en el Camp Nou. Uno que agrieta el tabú que se dibuja en las últimas semanas. ¿Puede Zidane ser el heredero de Cruyff y de Pep Guardiola?

Decía Menotti que un gol debía ser un pase a la red. Esa idea la pronunció en voz alta el argentino, pero la puso en práctica el líder de "La Naranja Mecánica". Primero, como jugador; después, como entrenador y posteriormente como ideólogo, el holandés instauró todo un sistema filosófico con el que descifrar el fútbol. Una corriente de pensamiento que actualizó en las coordenadas modernas Guardiola. Ahora, el que despunta en esta forma de comprender el balompié habla en francés y trabaja en Chamartín.

El gol de Casemiro puede quedar en anécdota. Pero apunta más a un nuevo episodio de una línea de tiempo delimitada con horquillas de color blanco que indican el paso de una época a otra. Sirve al menos para dudar. Y para ahondar en las reminiscencias que tiene Guardiola con Zidane. Los dos llegaron al club de su vida en el peor momento. Pero ni en los mejores sueños de la planta noble de Concha Espina se podía adivinar que del músculo que exhibía Benítez se pasara a hipertrofiar el órgano más importantes de todos: el cerebro. Tras el gol de los 44 pases ahora el Real Madrid se puede permitir el lujo de, al menos, apuntarse al debate con argumentos sólidos.

Recoge Martí Perarnau en su libro "Herr Pep" una confesión del míster de Santpedor. Si hay algo que odia Guardiola es el "tiki-taka" entendido como posesión estéril del balón. La posesión es un medio para lograr un fin: machacar al rival y que baile de un lado a otro del campo al compás que tú le impones.

En Riazor, la bola circulaba como una canica en un circuito cerrado. Iba de izquierda a derecha conducida por unos centrocampistas creativos que se movían con la jerarquía de una falange romana, pero con la flexibilidad de una horda de bárbaros. Sólo así se explica que Modric se escurriera de un extremo a otro. Sólo así se explica que cuanto más rodeados parecían estar los jugadores del Madrid, más perdidos estaban los del Deportivo. Isco fue el encargado de hacer el último cambio de orientación hacia Marcelo. Desde el primer palo, el lateral encontró a su compatriota Casemiro en el segundo. La máxima de Guardiola sublimada y aplicada desde lo más general a lo más concreto.

Apuntaba Cruyff que para disfrutar en el fútbol había que hacer que la pelota cumpliera tus órdenes. No sabemos si los jugadores del Madrid se murieron de placer. Pero para que el balón hubiera obedecido más sus deseos habría que haberlo cosido en un almacén soterrado del Bernabeu.

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