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Los atentados y el conflicto catalán

Más complejo que el desescombro de chalet de Alcanar, dinamitado por la crisis antes de que la impericia de los yihadistas de Ripoll lo hiciera saltar por los aires, será la limpieza de todo el detritus mental que los atentados han arrojado estos días sobre nuestra cabezas. Las reacciones a los atentados sirven para constar que en torno a Cataluña han cronificado visiones políticas enfermizas y algunas variantes del odio, consistentes en convertir en cómplices de los terroristas a quienes resultan tan hostiles que hay que descartar cualquier forma de entendimiento con ellos.

El conflicto catalán tiene la potencia de enturbiarlo todo, incluso las claridades primordiales por las que nos regimos cuando el horror nos alcanza. Según sea la perspectiva, la respuesta de los mossos a los atentados, en la lógica elemental de cualquier cuerpo de policía, es de una eficacia cuestionable o un éxito revelador de la autosuficiencia catalana,

El Ejecutivo de Puigdemont quiso utilizar el trabajo de su policía y el foco internacional como una muestra de su capacidad para volar solos. Desde el jueves pasado hay un goteo de gestos, en apariencia menores pero muy impúdicos, que remarcan el interés en obtener un provecho pueblerino de la tragedia. Los tweets sacando pecho por las relaciones internacionales del conseller Romeva, al acudir como convidado de piedra a recibir a los representantes de los países de procedencia de algunas de los fallecidos extranjeros, o la distinción del consejero de Interior entre víctimas españolas y catalanas muestran, con la potencia reveladora que tienen los pequeños detalles, que hay una presión continua que no se alivia ni en los peores escenarios.

Desde la otra orilla, se aprecia un resquemor, contenido pero visible, por el protagonismo exclusivamente catalán en los avances de la investigación. El ministro Zoido quiso dar por desarticulada célula yihadista de Ripoll antes de que lo hicieran quienes trabajaban por el terreno, que le advirtieron de que ellos eran los encargados de dar por finiquitado al grupo. El lunes, Zoido mostraba la foto de Younes Abouyaaqoub, el conductor de la furgoneta de las Ramblas, como si él en persona estuviera tras la pista del hombre más buscado en Cataluña. Son signos de la incomodidad del Ejecutivo de Rajoy ante un protagonismo que llega en el momento más inoportuno en la pugna política entre el Gobierno y el Govern. Y a ello a pesar de que los ataques de Barcelona y Cambrils relegaron a un segundo plano el calendario soberanista, para inquietud de la CUP, que insiste en aprobar la ley del referéndum antes de la "diada" del 11 de septiembre, conscientes de que el proceso hacia la desconexión entra ya en sus fechas críticas

Estas fricciones y naderías con quince muertos y un centenar de heridos fondo son reveladoras de que el conflicto catalán ha generado ya demasiadas conciencias deformadas, de las que nada razonable cabe esperar ya.

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