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Bien aprendidos y mejor llorados

La verdad es que los valencianos dominamos estas dos materias prescriptivas de la política. Vamos bien aprendidos, como siempre ha pedido el presidente Mariano Rajoy, y mejor llorados como el ministro Cristóbal Montoro parece que nos ha encomendado con esa sutileza que caracteriza al político profesional que sabe cómo anular a los demás contertulios con un titular de aliño.

Mañana, jueves, se entrevista en la Moncloa el president de la Generalitat con el presidente del Gobierno para hablar de la recurrente y nunca nata ni difunta financiación valenciana. Convengamos en que las cosas no pueden seguir como van por muchas que sean las dificultades objetivas que hacen de ese diálogo algo más que un arcano con posibilidades políticas de prosperar de inmediato.

Moncloa está absolutamente absorta en el desafío catalán, cosa que le ocurriría a cualquier gobierno sensato en España y con un miedo escénico considerable a refundar, que de eso se trata en el fondo y el la forma, el Estado autonómico. Porque la financiación es muy importante para los valencianos, naturalmente, pero todavía lo es más saber en qué puede consistir nuestra participación política cuando finalmente PP y PSOE decidan, en esas agendas políticas que al final son comunes, abrir el diálogo respecto al futuro del Estado autonómico y reformar el Titulo VIII de la Constitución: modernizar, supongo que le llamarán, las autonomías.

Y digo bien, porque eso lo harán, como siempre ha sucedido en la democracia española, los grandes partidos. Pero en esta ocasión sería bueno que los valencianos, representados por todos nuestros partidos democráticos, todos, no anduviéramos a la buena del Señor o en las Batuecas. Porque no es lo mismo que se reforme el Estado autonómico con nosotros, que sin nosotros.

Yo no espero mucho de la conversación entre Rajoy y Ximo Puig mañana en La Moncloa. Y no por falta de voluntad, presumo, que de ambos. Sino porque las circunstancias políticas juegan en contra de ese fructífero final que los valencianos ansiamos como agua de mayo: un sistema de financiación justo y acorde con los intereses finalistas de nuestra comunidad autónoma.

Rajoy quiere contar con el PSOE como convidado imprescindible para desbloquear el diálogo sobre la financiación. Puig dirá que con él no cuente para esa espera, aunque en el fondo sabe de sobra que claro que contará y tratará de que sea lo más eficaz posible desde su posición, no sólo de president de la Generalitat, sino de secretario de los socialistas valencianos. Y eso Rajoy, como es lógico, lo sab, cuenta con ello y jugará de ese modo a su favor.

A mí no me parece mal ninguna de las dos posturas. Lo importante es que se habrá bien el diálogo. Y que no se interrumpa por coyunturas políticas que en el fondo deberían serle ajenas, o como mínimo, no rupturistas del mismo.

Puig tendrá que zafarse de la mirada de águila de sus socios de Compromís que, como es lógico, vigilarán hasta las comas de la conversación con Rajoy y no digamos las declaraciones posteriores del president de la Generalitat. No quieren, y repito es natural, que Puig vaya como secretario general del PSOE, sino como president del Gobierno de la Generalitat, único modo en que ellos no queden fuera de la negociación. Eso también lo sabe de sobra Puig, que no hará absolutamente nada, ni una sílaba de más, que pueda encenegar a un año escaso de las elecciones autonómicas su relación con su principal socio actual de gobierno y presumiblemente mañana.

Al PP no le viene mal la situación. La reconducción que ha hecho Rajoy del diálogo sobre la financiación a un acuerdo global con el PSOE deja en manos de Pedro Sánchez gran parte de la responsabilidad y da un protagonismo evidente a la política del PP, también en la Comunidad Valenciana, naturalmente.

Y Cataluña al fondo. El día 2 de octubre comienza todo. Y todo es todo. Reforma de la Constitución incluida. Van a ser tiempos durísimos para la política, porque en algún momento habrá que invocarla aunque a algunos (que por prudencia y sentido público hoy no voy a citar) les provoque una cierta árnica.

Lex es Lex, naturalmente. Pero una vez aplicada en toda su amplitud constitucional, la Constitución habrá que volver a ella necesariamente para hacer valer su poder constituyente y su voluntad inequívoca de servicio a una compleja nueva convivencia y concordia nacionales. Y eso es bien difícil. Y no está en las agendas políticas de todos, lo que hace la situación particularmente más compleja y agobiante. Debería estarlo. Porque nos jugamos el país. Y deberíamos, todos, ganar el envite y la partida.

Termino: aprendidos y bien llorados por nuestra historia. Aprendidos y bien llorados por parte de nuestro presente. Y con ganas de desaprender algunos tópicos y dejar de llorar por la necesidad de vindicar lo evidente.

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