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Las lumbares

Lee uno la prensa de estos días y todas las rencillas políticas o sociales le suenan a otras épocas. Como si, en vez de estrenar el otoño, que sería lo suyo, estuviéramos desenterrándolo.

Desenterrar y exhumar significan lo mismo, pero Stephen King, de escribir en español, utilizaría desenterrar, que suena más truculento. Preferiría también enterrar a inhumar, porque inhumar parece un eufemismo. Se inhuma a los papas, pero a las personas corrientes se nos entierra y se nos desentierra. La incineración ha venido a librarnos de todo ese trajín. A Dalí, mayormente, lo han desenterrado. Lo acabo de comprobar ojeando titulares de prensa. Fueron pocos los periodistas que lo exhumaron, pese a su vocación papal. Desembocamos en septiembre con la impresión de hallarnos en un proceso de desentierro colectivo. Los españoles somos muy de enterrarnos y desenterrarnos, mucho más que de inhumarnos y exhumarnos. Somos un poco brutos, en fin, nobles, pero brutos. Lee uno la prensa de estos días y todas las rencillas políticas o sociales le suenan a otras épocas. Como si, en vez de estrenar el otoño, que sería lo suyo, estuviéramos desenterrándolo. Septiembre se nos aparece así, más que como un recién nacido, como un cadáver cuyo rostro hubiera quedado al descubierto por la erosión de las últimas granizadas.

No sabemos qué dirá el análisis del ADN de Dalí, ni nos importa mucho, la verdad, pero el ADN español vuelve donde solía. Estábamos yendo hacia Europa a velocidades de vértigo, cuando Europa comenzó a retroceder hacia España y nos encontramos en el centro, atónitos. Habría que exhumar las viejas y románticas ideas que teníamos acerca de Europa, seguramente falsas. La Europa de las catedrales, de las universidades, de la cultura con fundamento. La vieja Europa. Pero no va a ser fácil con Macron en el Elíseo. La grandeur francesa ha devenido en rímel para las pestañas y coloretes para las mejillas. Todo ello muy caro y muy barato a la vez. Muy caro desde el punto de vista económico y tirado desde una perspectiva moral.

Con el desentierro de septiembre, regresa el otoño caliente de toda la vida. La lucha por lo obvio. Fíjense en las camareras de hotel, las kellys, que a juzgar por lo que les duelen las lumbares, parece que desentierran cada mañana a los clientes en vez de hacerles la cama. Solo piden un salario como Dios manda. Pero Dios está enterrado. O inhumado, ahora no caigo.

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