No de los mayores riesgos a los que se enfrentan los montes quemados durante el verano es la erosión que pueden provocar las primeras lluvias. Las precipitaciones posincendios tienen la capacidad de arrastrar la capa más fértil de los suelos -en mayor medida cuando son torrenciales, como suele ser habitual entre septiembre y octubre- y, en consecuencia, reducir la capacidad de recuperación natural de los ecosistemas. Pero, al mismo tiempo, este aporte hídrico es fundamental para la regeneración vegetal. En las zonas quemadas el pasado junio en el Parque Natural de la Sierra Calderona ya destaca el verde de lentiscos, albaidas, zarzas, coscojas, aladiernos, vides, madroños, espárragos, higueras, etc. Además, los bosques, junto a su valor en biodiversidad, en generación de servicios ambientales y capacidad de regulación del ciclo hídrico, ayudan a frenar el cambio climático, ya que absorben dióxido de carbono. De hecho, en la Unión Europea -con más de 180 millones de hectáreas forestales que cubren el 43% de la superficie- los bosques captan el 10,9% del total de gases de efecto invernadero. Los espacios forestales cubren el 55% del territorio español, en alza tanto por el abandono rural como por las repoblaciones. Precisamente ayer, el rey Felipe VI recibió a la representación de Juntos por los Bosques, la agrupación estatal de entidades forestales. El decano del Colegio de Ingenieros de Montes, Eduardo Rojas recordó que el sector forestal «pese a las múltiples limitaciones de todo tipo que han lastrado la movilización de todo su potencial, representa el 1,7 del PIB y mantiene 300.000 empleos».