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Matías Vallés

Cataluña en Estado puro

Rilke habla del unicornio como "el animal que no existe, pero ellos no lo sabían y se atrevieron a amarlo hasta que su amor fabricó esta criatura pura. No lo alimentaron con maíz, solo con la posibilidad de existir".

La poesía no siempre se acomoda al Barça-Madrid trasladado al terreno de la política, pero otra Diada más masiva obliga a plantearse la fe creadora de seres irreales. Nadie puede negar capacidad de fantasía a los congregados, pero anular un planteamiento porque surge de la multitud es temerario. Hay un componente de vanidad colectiva en la identificación con el unicornio, el único animal en Estado puro. Sin embargo, ayer pagó Rajoy su descalificación del Parlament y su recurso único a la intimidación. Se podrá discutir la blancura del unicornio o su viabilidad, pero no se puede hablar exactamente de miedo a las repercusiones del referéndum, ni de rechazo popular a los representantes democráticos.

Si un millón de personas se manifestaran en Barcelona en apoyo de las tesis del PP, ¿diría Rajoy que es una muestra insignificante y que la mayoría de catalanes se quedaron en casa porque no comulgaban con los postulados populares? Tampoco parece claro que Albert Rivera renegara de un millón de catalanes respaldando sus tesis en la calle. De hecho, el actual presidente del Gobierno montó en Madrid sendas manifestaciones en contra de los homosexuales y de Cataluña, con la pretensión legítima de presionar en las bodas homosexuales y en el Estatut. Dado que el PP ha cambiado radicalmente su opinión sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo que recurrió ante el Constitucional, no puede presumir de que solo ha acudido al TC en defensa de causas irrefutables.

Lo peor es la fiesta. Al menos un millón de catalanes no se sienten concernidos por la invitación del Gobierno a tener miedo. Pretender que Puigdemont desvaría, y que arrastra tras de sí a las masas como un flautista de Hamelín, es peor que creer en unicornios. En realidad, la multitud empuja al president de Cataluña, como antes transformó al ultraconservador Artur Mas.

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