El curso político se ha inaugurado absolutamente contaminado por la espiral de despropósitos que ha contribuido a una fractura política en el parlament de Catalunya, que esperemos no tenga réplicas en la sociedad y no termine por quebrar la convivencia. Mal empieza el nacimiento de una república, si lo hace laminando a los derechos de una oposición, que representando más votos que las coaliciones que sustentan al gobierno ha sabido estar a la altura y actuar con una cierta unidad, en defensa de la legalidad, del equilibrio de poderes y el autogobierno catalán. Frente a aquellos que deliberadamente confunden gobierno con estado y desgajan de este último a las autonomías que representan su expresión descentralizada. Conviene extraer lecciones de todo lo que está sucediendo, y sin obviar aquellos aspectos óbice para la crítica, ponemos el acento en la unidad, desde la diferencia ideológica y con matices varios, demostrada por una oposición que en su reflejo a escala general representa una mayoría cualificada para desde ese consenso abordar reformas y alcanzar grandes acuerdos. En este contexto y centrándonos en el ámbito propio, cabe situar la llamada que realizó Mariano Rajoy a propósito de la necesidad de acordar un marco de financiación autonómica en torno a una mayoría que prime de esta manera la defensa de los principios de igualdad y por otra parte de evitar el nefasto espectáculo de enfrentamiento entre territorios que decididamente ha contribuido como elemento central de los partidarios de la desconexión. Se abre una oportunidad en la Comunitat Valenciana, para superar un modelo de financiación que impuesto en 2009 por los socialistas con el apoyo de Esquerra Republicana, relegó a nuestra autonomía, en una época de constricción económica y descenso de los ingresos, a una marginación financiera que a punto estuvo de conducirnos al colapso. Ese acuerdo debe en todo caso apuntalarse desde una posición valenciana única, que en ningún caso supone el refrendo a la utilización de la cuestión como justificación de la inacción de un gobierno del Botànic que en ningún caso era ajeno a la realidad de la financiación cuando los diferentes partidos que lo sustentan concurrieron a las elecciones de 2015.