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"Vergonya, cavallers, Vergonya"

Dícese que fueron estas las palabras pronunciadas en 1229 en la Batalla de Portopi en la toma y conquista de Mallorca por Jaume I a sus caballeros cristianos cuando estos, aterrorizados por la cuantía de las tropas musulmanas, retrocedían en contra de avanzar el ataque: «Vergonya, cavallers, Vergonya».

No hagamos de nuevo que el viejo Rey desde su eternidad tenga que levantarnos la voz, hoy a nosotros valencianos, ante una endiablada y dificilísima situación política.

La quiebra del principio de legalidad constitucional en Cataluña, la ruptura y fragmentación política y social de la sociedad catalana son, sin duda, el mayor problema con el que hoy va a tener que enfrentarse ,durante mucho tiempo, mucho, la democracia española, toda ella, incluida la valenciana.

A nosotros, los valencianos, nos afecta de un modo particularmente intenso todo lo que ocurre en Cataluña. Mucho más, claro es, que a los catalanes históricamente les hemos afectado nosotros.

Digo esto porque me temo, con conocidas y sobradas razones, que el espantajo del tan llevado y traido «catalanismo y anticatanismo» que emponzoñó nuestra transición política como valencianos a la democracia durante muchísimos años, haciendo un mal inmenso a la sociedad valenciana, a toda la sociedad valenciana conservadora, progresista y medio pensionista pudiera ser de nuevo hoy utilizado a cuenta de beneficio propio por partes diversas de nuestra política. Y eso sí que no, otra vez no.

Nadie en la sociedad valenciana ni en sus instituciones defiende hoy la integración de la Comunidad Valenciana en unos hipotéticos «Países Catalanes». Entre otras razones porque aquellos que en los años 70 sí lo hacían dejaron la labor hace más de treinta años. Dato este que lo mismo desconoce cierta juventud arriscada que no suele tener mejor opinión sobre la historia y que, como atolondrada por su falta de tiempo y de interés, desprecia cuanto ignora.

Yo ya sé que la Cup o ERC en estos días endiablados para nuestra democracia vienen anunciando la sedición independentista de Cataluña junto con el Pais Valencià como próxima parada. Tengamos sentido común y conocimiento político. Mientras exista democracia, tanto en Cataluña como en la Comunidad Valenciana, nada de esto sucederá nunca. Como tampoco ocurrirá en las Islas Baleares. Nunca. Porque ese modelo geopolítico dejó de tener vigencia real, vigencia política hace, repito, treinta años. Nadie está por él. Otra cosa es lo que diga la CUP o lo que guste de añadir Tardá en sus ,digamos, «memorables» intervenciones en la Tribuna del Congreso de los Diputados.

Me parece una locura que a algunos o algunas se les ocurra mover el espantajo del catalanismo de nuevo por rédito electoral inmediato. Esto es de manicomio y no quito ni una letra, de manicomio. Esta sociedad no puede ni debe permítirselo más. Ni una vez más. Ha sufrido enormemente con ello.

Algunos más que otros. Todavía recuerdo hace veinticinco años que publiqué en el ya desaparecido Diario 16 siendo diputado en les Corts Valencianes por el PP un artículo titulado «Catalanismo y anticatalanismo». Me costó sangre. Y de paso se llenaron paredes de Valencia como el lema «Calomarde, catalanista». Que me ha acompañado gratamente toda mi vida.

Nunca más. Ningún gobierno de la Comunidad Valenciana, ni el de Lerma, ni el de Zaplana, ni el de Camps, ni el de Fabra, ni el de Puig son o han sido «catalanistas», ninguno. Y tampoco lo es el actual gobierno de la Generalitat.

Otra cosa es que se quiera volver a confundir al vecindario con el manido y tristísimo asunto de la llamada «inmersión lingüística», piénsese y actúese como se quiera políticamente contra o a favor del Decreto sobre Plurilingüismo de Marzá, que eso es otra cosa bien distinta y bien distante.

Ninguna fuerza política de la Comunidad Valencia hoy quiere «catalanizar» valencia. Ninguna. Asunto diferente son las afinidades selectivas que unos u otros puedan mostrar en momentos durísimos como el presente por Cataluña.

No consintamos los valencianos ser eclipsados, una vez más, por el debate catalán. No lo consintamos, porque eso constituiría un inmenso error político. Cuánto más hablar de que el gobierno de la Generalitat sigue los pasos del independentismo de Puigdemont. Eso es sencillamente una solemne barbaridad.

Termino. Siempre habrá puentes entre Valencia y Cataluña. De todo tipo. Y no lo puede ser menor el lingüístico. Hoy ya se puede decir la verdad. Y asumirla con tranquilidad por todos, por todos. El 13 de julio de 1998 en el Dictamen sobre la Lengua del CVC emitido a instancias de Les Corts Valencianes se votó por mayoría este fragmento: «El valencià, idioma històric i propi de la Comunitat Valenciana, forma part del sistema lingüístic que els corresponents Estatus d´autonomia dels territoris hispànics de l'antiga Corona d'Aragó reconeixen com a llengua pròpia». O sea, Valencia, Mallorca, Cataluña, el Alguer. Esa comunidad lingüística enriquecedora y merecedora de todas las complacencias.

De la que ya hablaban como «familia» Teodoro LLorente, Constanti LLombart y toda nuestra Reinaxença.

Costó muchísimos esfuerzos, ímprobos sacar adelante ese texto. No malbaratemos con anatemas y vueltas de tuerca lo que fue un éxito para toda la sociedad valenciana. «Vergonya , cavallers, vergonya».

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