Nunca, como en la actualidad, la burguesía valenciana había invertido tanto en el arte de su época, ni estado tan dispuesta a mostrarlo a los ciudadanos para su disfrute. Los inicios de la intervención privada en la museología valenciana ya tienen muchos años, y, por fortuna, hoy siguen gozando de un gran prestigio, mostrando la oportunidad que brindan para su sostenimiento a las corporaciones oficiales. Me refiero al Museu d´Art Contemporani de Villafamés, puesto en marcha en 1972 gracias a la iniciativa de Vicente Aguilera Cerni, con obras transferidas o cedidas por los creadores; y el Museo de la Casa de la Asegurada de Alicante (1977), hoy el MACA; como resultado de la donación a la ciudad de la colección privada de Eusebio Sempere.

Años después, fueron las instituciones públicas y sus presupuestos las que asumieron la responsabilidad de atesorar o de exponer colecciones contemporáneas de pintura, escultura y fotografía, para remediar el vacío patrimonial de la dictadura y situar a la sociedad en disposición de aproximarse a la creación de su tiempo. La primera muestra en esa dirección la dio la Diputación de Valencia creando la Sala Parpalló (1980) en la calle de Landerer, que con tanto acierto dirigió Artur Heras, y que después pudo prolongarse en el Centre Cultural la Beneficència.

Unos años más tarde, la inauguración del IVAM en 1989, lo conformó en un ejemplo pionero de los centros de arte contemporáneo en España; en especial, porque a través del buen criterio y de la disposición de formidables recursos económicos, fue atesorando obras relevantes de gran parte del caudal moderno. Tras ello, surgió el MuVIM (2001), y el Consorci de Museus. Con estas presencias parecía que, una vez más, eran las instituciones públicas aquellas de las que iba a depender el patrimonio y la exposición y análisis del arte reciente. Pero no ha sido exactamente así.

El antecedente del actual resurgimiento burgués lo constituyeron durante los años setenta las galerías comerciales, convirtiéndose en espacios de indiscutible referencia: Val i 30, Punto, Theo, del Palau, Puchol, Lucas, y Cànem, entre otras. El galerista, era además, constructor, notario, industrial, farmacéutico o comerciante; pero, interviniendo de tal suerte que, en su conjunto, las hicieron atrayentes y por tanto, se hallaban frecuentadas. En ellas aparecían las obras más significadas de los autores valencianos, y asimismo, habituales apuestas de otros ámbitos, incluso internacionales.

Esta circunstancia se vio favorecida por varios aspectos: inicialmente, por la avidez de conocimiento de aquella sociedad, habida cuenta de la escasez de medios disponibles; pero también, porque el arte valenciano de los años setenta vivió una época de esplendor. Recordemos que convivían y exponían habitualmente: el Equipo Crónica, el Equipo Realidad, Anzo, Toledo, Genovés, Sempere, Soria, Soledad Sevilla, Victoria, Nassio, Aurora Valero, Hernández Mompó, Yturralde, Cillero, Michavila, Teixidor, Martí Quinto, Ángeles Marco, Boix, Heras, Armengol; iniciándose Miquel Navarro, Carmen Calvo y Javier Calvo; pero donde, asimismo, aún trabajaban: Lozano, Genaro Lahuerta, Porcar y Sixto Marco, entre otros. Así, no había muestra individual y colectiva que no fuera interesante, porque te podías encontrar con cualquiera de ellos para charlar un rato, con Vicente Aguilera Cerni, o con los propios galeristas, que eran un prodigio de acogimiento y de buen trato al margen de su instinto comercial, porque hablar con Miguel Agrait, con Vicente García Cervera, con Paco Puchol, con Pepe Leonarte, con Pascual Lucas, o con Pilar Dolz, era como estar en casa.

Sin embargo, fue años más tarde cuando se inicia la actual eclosión de la participación burguesa. La primera presencia en este sentido fue la del Patronato Martínez Guerricabeitia (1989), que creó unas excelentes bienales (1990) y una magnífica colección orientada hacia el arte figurativo crítico con la dictadura, donada a la Universitat de València, pero cuya importante actividad se prolonga en nuestros días en sucesivas muestras en el atractivo espacio de La Nau. En paralelo, la Obra Social Bancaja (desde 2013, Fundación Bancaja) iba adquiriendo las colecciones de la creación gráfica de Picasso y una amplia serie de obras de históricos y de contemporáneos valencianos, sucedida después por una extensa adquisición de ámbito internacional asesorada por Juan Manuel Bonet. A ello siguió la Fundación Chirivella-Soriano, con un espacio propio restaurado, el Palacio Joan de Valeriola (Siglo XIV) y una colección de arte contemporáneo español presentada en 2005, cuya actividad se prolonga, asimismo, en nuestros días, con muestras temporales de interés.

Siempre existen varias penúltimas en llegar, en esta circunstancia ha sido la Fundació Per Amor a l´Art, establecida en 2014, que ha abierto sus puertas al público en 2017, creando Bombas Gens Centre d´Art, incluyendo, además, un área social y de investigación médica dedicada al estudio de la enfermedad de Wilson y de otras denominadas raras. Se halla asesorada por Vicent Todolí. Su interés, por la fotografía y por el arte no figurativo -entre las obras destacadas pinturas de Esteban Vicente y una colección de fotografías de Robert Mapplethorpe-; programando, asimismo, muestras temporales. Inicialmente, fotografías de María Bleda y Jose Mª Rosa.

Continuando esta imparable presencia, acaba de anunciarse que la Fundación Hortensia Herrero (Restauración de San Nicolás y del Colegio del Arte Mayor de la Seda, hoy con formato de museo) va a rehabilitar el Palacio de Valeriola (Siglo XVII) de la Calle del Mar, para crear allí un centro cultural, vinculado asimismo con el arte contemporáneo. Está asesorada por Javier Molins, y ya han adquirido varias obras "maestras" muy importantes, además de la anunciada escultura de Manolo Valdés.

Abundando en todo ello, en tan solo un par de años, el centro cultural de la ciudad se va a desplazar hacia el mar cuando eclosione CaixaForum en el Ágora, con un presupuesto impresionante y una gran capacidad para optimizar los costes.

Pero no debemos olvidar otra manifestación burguesa, no menos importante, como fue la donación en 2004 de la colección de Pere María Orts a la Generalitat; y distintas, testimoniales: la presencia reciente de la colección Lladró en Bancaja, e incluso, la cesión por cinco años de una colección Delgado, al Museo de Bellas Artes.

El siglo XV valenciano, fue esencialmente burgués, y destacado en poéticas y en erudiciones. A mi juicio, nunca desde aquel momento, se había concitado en el ámbito, un interés semejante por el arte de su tiempo.