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Profundamente dividido

He de confesar que el asunto del referéndum me tiene, como a la sociedad catalana y me imagino que a muchos demócratas del país, profundamente dividido.

Veo por un lado a unos líderes soberanistas que, abusando descaradamente de su mayoría parlamentaria, han forzado la máquina del independentismo para llegar cuanto antes adonde quieren sin que les importemos el resto.

Unos dirigentes que parecen pensar que el fin justifica en su caso los medios y para ello no dudan en utilizar todos los instrumentos de manipulación, que no son pocos, a su servicio.

Frente a ellos, veo a un presidente del Gobierno que nunca ha entendido a Cataluña y ha creído que una política de firmeza frente a aquella díscola región, irremediablemente perdida para su partido, podía beneficiarle en el resto de España.

Y creo que no le falta razón al PP en su cálculo político, pues cada vez me comenta más gente que los dirigentes catalanes se comportan, cada vez que hablan, como Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler.

No sé por cierto si repiten lo que escuchan en algunas de esas tertulias incendiarias de ciertas emisoras del país, pero, dejando a un margen la insufrible chulería de algún parlamentario que hace honor a su apellido, creo que tal comparación es con todo manifiestamente exagerada.

Al desafío catalán, el Gobierno tan falto de imaginación que padecemos sólo ha sabido responder en el último momento - ¡a buenas horas, mangas verdes!- con medidas que, por más que justificadas desde el punto de vista legal, no puede sino echar más leña al fuego.

Deberían entender de una vez los dirigentes del PP, pero también ciertos barones del PSOE , que lo que ocurre en Cataluña no tiene que ver tan sólo con trasnochadas reivindicaciones identitarias.

Y que si allí muchos quieren independizarse, no es sólo por sentirse, con razón o sin ella, parte de una nación insuficientemente reconocida en su singularidad y supuestamente maltratada por el Estado central, sino porque creen que dentro de éste y sus instituciones no puede haber salvación.

Podemos acusarlos con razón de egoísmo, de buscar su propia salvación al margen de los demás porque no hay duda de que también quisiéramos muchos de nosotros poder "independizarnos", aunque, eso sí, legalmente de unas políticas que, allí como en otras partes, sólo han traído corrupción, paro y desigualdad.

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