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Hagan juego, señores

Como el amor ya no es lo que era (El novio búlgaro, Eduardo Mendicutti), tampoco la guerra va por donde solía. Por suerte. El conflicto catalán es como una guerra de trincheras pero sin barro, sangre o disentería, loado sea el Cielo. Me pregunta un vecino que es abogado, y de los que se cotizan, qué pasa con Cataluña y yo pinto el cuadro como queda dicho. Son los conflictos simbólicos, las partidas de ajedrez, los combates de boxeo de la postmoderna insurgencia y su simétrica contrainsurgencia.

Puesto que la cosa parece que va de ocupación simbólica de los espacios propios y de ganar votos como sea (como Donald Trump que, ahora, se entiende con los demócratas, el caso es ganar clientela), propongo a ambas partes que mientras se entregan a un conflicto de baja intensidad entre civiles y conserjes, incorporen a declarados separatistas en las tertulias de Madrid y a españolistas fervorosos en las de Cataluña: es el modo de ir preparando un arreglo que tendrá que llegar porque para eso, y no para tirarse de los pelos, están los políticos que, a menudo, nos salen tan caros como ese concejal de La Laguna que enchufa y folla, sin solución de continuidad, y cobra más que el presidente del Gobierno.

El soberanismo catalán presentó su cara más fea (Pujol ya no era Beau Brummel) con aquel pleno exprés de desconexión sin preguntas ni debate. Ahora, Rajoy incurre en cosas tan alarmantes como arremolinar los tricornios en una imprenta. La libertad de imprenta es el origen de todas las demás, querido. Para mi, el soberanismo catalán es la desviación de energías revolucionarias que se liberaron a raíz de la crisis de 2008 (que no fue crisis, sino robo generalizado de recursos privados y públicos), un desvío, digo, hacia el molino patriótico. Que me esperen sentados ¿Y qué representa Rajoy en este embrollo? Le doy la palabra a Guillem Martínez (La gran ilusión): «El carácter encorsetado, inamovible y reacio a la reforma de la democracia española, un objeto joven y, a la vez, extraordinariamente viejo, codificado y estático».

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