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La montaña sagrada del vigía contra las fuerzas del maligno

Lliria, Edeta, es el «solage» primitivo, el poso, el vino madre, de la cultura valenciana. Sus piedras están cargadas de historia. La preside el Tossal de Sant Miquel, la montaña sagrada de los distintos pueblos que han pasado por ella desde nuestros padres en la fe, las tribus ibéricas edetanas. Desde aquí salieron a colonizar todo el vasto territorio valenciano. En el Tossal veneró cada contingente avecindado a sus respetivos dioses. Es el montículo, apéndice en alto de la Villa, un lugar privilegiado, un espléndido mirador donde se contempla la extensa y fértil llanura que acaricia Valencia.

En su cima, una verdadera atalaya militar, los cristianos, en su segundo turno, tras los musulmanes colocaron a Sant Miquel, «y no cualquier otro santo o entidad divina, quien permaneciera vigilante y dispuesto a evitar el triunfo de las fuerzas del Maligno», dice Antonio Carlos Ledo Caballero, de la Universidad de Valencia, en un interesante estudio sobre el santo, el porqué de su culto por toda la Europa medieval y su asentamiento en Lliria, un extraordinario punto de control de caminos, encrucijada, y de movimientos terrestres y marítimos.

Son apenas 80 los metros de altitud que tiene el cerro, «de aspecto poco agradable; casi toda ella de roca pelada, denuda de cultivo y vegetación», diría Carlos Sarthou Carreres. Empinada. Sentí curiosidad y el pasado año acudí a ver «la baixà de Sant Miquel», cuando el pueblo constituido en emocionada masa va a buscar al arcángel a su ermitorio. Electriza este momento.

De pequeño, mi madre me llevaba casi todos los años en el trenet a Lliria en estos últimos días de septiembre, de jinjols i mangranes, subíamos a San Miguel, luego íbamos a beber a la fuente de San Vicente Ferrer. Precisamente este santo sale de la iglesia en busca de San Miguel la víspera de su día grande a recibirle. Las fiestas, en lo eclesial, las presidirá este año el nuevo párroco de la Asunción, Vicente Cerezo Rubio, de Alboraya/ia, cuyo último destino ha sido Foyos/ios, un excelente sacerdote como los quiere el Papa Francisco, con olor a ovejas. Una gran suerte para el pueblo tal como anda la clerecía.

La imagen actual del príncipe de los ángeles es de 1942, hecha por el escultor José María Ponsoda, tras la barbarie de la guerra civil en la que se cargaron los pirómanos levantiscos la escultura histórica, construida en el siglo XV (1411 o 1414), en palabras de Ballester, por el mismo escultor, anónimo, que hizo la imagen de la Virgen de los Desamparados de Valencia a encargo de una religiosa, Enriqueta Gelabert Jofré, hermana del P. Jofré, el propulsor del primer manicomio de Europa y de la devoción y culto a la Mare de Déu dels Desamparats.

Pascual Madoz data el origen del monasterio en tiempos de Jaime I. Sarthou más bien lo fija en la época de Jaime II el Justo, según un documento que conoció, con el fin de que unas mujeres religiosas que allí instaló el rey Don Martín «pregasen a Deu no bandegés e llansés zon ira al seu regne en castich de l´anima tacada de zon fill En Jaume».

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