Corrían los alegres ochenta cuando Pilar Miró, genio y figura, dirigía la única televisión de un país que despertaba. Por entonces no existía ninguna red global con la que chillar y el papel de prensa y cartas, era el modo de reprobar. Había un programa en concreto que recibía gritos de disconformidad por todas partes. La llovían las críticas, pero nunca eran tantas como espectadores reunía el espacio cada semana. Que si minifaldas cortas, exceso de erotismo o el poco nivel cultural. La caverna criticaba el entretenimiento como si le molestase la alegría semanal de 19 millones de personas. Audiencia conquistada con la simple y libre motivación de pasar un buen rato. Si se quería aprender, ya habían otros espacios culturales a su alcance en un canal que se llamaba UHF.

Era el «Un, dos, tres» y hoy es un referente absoluto en la cultura televisiva, la base del entretenimiento de la tele contemporánea y Chicho, su artífice, maestro mayúsculo y eso, dudo que nadie en el presente lo pueda discutir.

Año 2017, «El Hormiguero» se emite en un canal privado, no llega ni mucho menos a ese 68,6 % de la población española que veía el viejo concurso, pero está acostumbrado a liderar con comodidad su franja, reuniendo a mas de dos millones de espectadores cada noche que hoy son muchos.

El éxito vive con polémica. «El hormiguero» se ha ganado unas cuantas a base de alguna salida de tono criticable, inapropiada, y punto. Twitter se ha llenado recientemente de bocas equivocadas que pensaban que el presentador, que pueda caer mejor o peor, había recibido el Premio Nacional de Cultura. Después de mucha bilis, parte mezclada viralmente con una fotos de una investigadora despedida, resulta que el premio era de Televisión y que lo recibía Pablo Motos en representación de los 120 profesionales que lo hacen posible.

Crear televisión para todos los públicos, exportable, dinámica, espectacular, entretenida y de éxito merece un premio si lo que se premia es la televisión ¿no? Seguro que el «Un, dos, tres» ganaría hoy uno.

Zasca para el mundo «hater» quejica. Hay cosas que no cambian y la caverna resabiada, de un color u otro, siempre está ahí para vociferar, aunque sea desde el desconocimiento?