Sí, lo han adivinada, este artículo va del monotema que por desgracia nos ha arrasado mediáticamente. Aquello que se ha convertido en la única noticia que abre todos los días las portadas de los periódicos, colapsa los informativos e incluso se cuela en los programas de entretenimiento, no por culpa del mensajero, sino por quienes se han empeñado en que el referéndum sea lo único de lo que se pueda hablar, o mejor dicho, discutir.

A pesar de ello, y puesto que la actualidad nos obliga, me gustaría creer que con el título de mi colaboración represento a miles de personas que empiezan a estar hartos de lo que está ocurriendo, en especial, por la manipulación que unos y otros. Sin distinciones, sin banderas y sin discursos. Estamos hartos de unos políticos que lejos de resolver problemas, son quienes los generan.

Durante estos días, especialmente desde la detención de varios altos cargos de la Generalitat de Cataluña, el nivel de crispación y violencia en las calles se ha incrementado, espoleado por una clase política que busca con desespero, no el discurso de la razón, sino el de las vísceras. Hemos visto como se han destrozado coches de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado o se convocan manifestaciones a las puertas de organismos oficiales, con el propósito de zarandear los cimientos sobre los que se asienta la democracia y el Estado de Derecho.

Desde mi punto de vista, la reflexión que debe hacer esta sociedad, no es tanto sobre cómo resolver el conflicto catalán, sino qué se ha hecho para que tengamos una merma tan importante en civismo y convivencia. Hay que sentir tristeza cuando una persona de poco más de veinte años grita «fora les forces d´ocupació» o cuando los discursos se encuentran cómodamente asentados en el guerracivilismo a las puertas del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. En un momento donde sólo hay bandos y se emplean de una forma absolutamente liviana e irresponsable términos tan contundentes como golpe de estado, las instituciones se han convertido en una peligrosa arma arrojadiza, que nos hace bajar muchos peldaños en nuestra valoración como referente democrático.

Hemos pasado de puntillas por cuestiones tan importantes como los devastadores huracanes del Caribe, el grave terremoto de México, la escalada belicista de EE.UU. y Corea del Norte, o a nivel interno, la infrafinanciación o el consenso alcanzado hace unos días en la lucha contra el terrorismo machista en la Comunidad Valenciana. Parece que el referéndum todo lo puede, y lo peor es que vivimos anestesiados en la creencia de que esto se resuelve compartiendo el último meme que caricaturiza a Puigdemont o Rajoy. Las cosas son mucho más serias, y si nuestros políticos no dan ejemplo, deberíamos de empezar a exigírselo.