Las distintas ediciones del máster en Planificación y Gestión de Riesgos Naturales del Instituto Interuniversitario de Geografía de la Universidad de Alicante, hemos tenido la oportunidad de conocer alumnos del otro lado del Atlántico que aportan visiones diferentes e interesantes de los riesgos naturales y su gestión. No obstante, este curso, el trabajo de Daniel Vargas, bajo el título «Sistemas de defensa contra riesgos socioambientales y fenómenos atmosféricos extremos en los Andes» ha tenido la virtud de ofrecer un interesante enfoque. Las comunidades andinas vivían en una relación estrecha e interdependiente con la naturaleza que les rodeaba y en ese juego entraba también su adaptación a los distintos riesgos naturales que podían y pueden padecer: heladas, sequías, granizadas, etc. Es posible que esos riesgos se vean incrementados por la actual evolución del clima pero aún es más seguro que se vean aumentados por la acción del hombre.

Al variar esa relación de interdependencia y cambiarla por la economía de mercado, han variado sus cultivos y la forma de cultivarlos por las necesidades comerciales, que no responden necesariamente a las necesidades de las comunidades indígenas. Desde la llegada de los colonizadores, pero aún más ahora, las nuevas fórmulas y el desprecio por el saber ancestral ha hecho que los indígenas bajen en su capacidad de adaptación, de resiliencia. Puede parecer algo alejado de la realidad española, por ejemplo, pero no lo es. Los riegos de turbias, los abancalamientos, los aljibes para aprovechar el agua de lluvia, eran ejemplos de resiliencia y adaptación de la sociedad rural española, tanto a las sequías como a las lluvias torrenciales, que han quedado olvidados, pero que algunos proyectos intentan resucitar debidamente adaptados. Mientras tanto, la absurda publicidad institucional habla de cerrar el grifo de agua caliente para que las tortuguitas sobrevivan.