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La extraña táctica de agrandar al adversario

De los muchos hechos que sucedieron el pasado miércoles en Cataluña, hay uno que perjudica directamente la organización de un referéndum de autodeterminación el día 1 de octubre: la requisa de casi diez millones de papeletas de votación. De las otras cosas, la mayoría van a favor de los independentistas, aunque a primera vista pueda parecer el contrario. Gracias a actuaciones como la de miércoles, y a algunas anteriores, el independentismo podrá fracasar total o parcialmente en la organización de la perseguida consulta sin que le responsabilicen, puesto que la culpa del enemigo exterior habrá quedado acreditada. Y a la vez, accederá reforzado al complejo periodo que empezará el 2 de octubre, un territorio lleno de incógnitas por ahora. Los clásicos y el sentido común dictan que para vencer en una batalla es bueno trabajar para disminuir el tamaño del adversario, y es dañino permitir o facilitar que se agrande. Por lo tanto, hay fomentar que los aliados lo traicionen y buscar la deserción de sus oficiales menos comprometidos. Pero en el escenario del conflicto catalán el Gobierno del PP ha hecho justamente lo contrario: ha trabajado para que el adversario fuera cada vez más grande, más numeroso y, por lo tanto, la batalla fuera menos plácida y segura.Según prácticamente todas las encuestas, la adhesión al proyecto independentista nunca ha superado la mitad de los catalanes. Era todavía menor antes de que se combinaran la sentencia del Estatut y la mayoría absoluta de Mariano Rajoy, creando un estado de alarma que transformó miles de autonomistas pragmáticos en secesionistas. Atacar el independentismo hubiera sido atacar un objetivo relativamente asequible: en un referéndum a la escocesa no habría tenido probabilidades. En cambio, la idea del referéndum, incluso con la complejidad de sus matices, reúne el apoyo de sectores no independentistas y, por lo tanto, es un adversario más poderoso. Probablemente por eso Carles Puigdemont optó por esta vía en lugar de por la declaración unilateral de independencia que contemplaba la hoja de ruta de Junts pel Sí. Una declaración que habría tenido menos apoyos internos y habría sido más vulnerable a la ofensiva del EstadoAl movilizar al Tribunal Constitucional, la Fiscalía y las fuerzas de seguridad para parar el referéndum a golpe de suspensiones, querellas, citaciones a centenares de alcaldes, cacheos e incautaciones, el gobierno ha suscitado la reacción contraria de sectores que no sueñan con la independencia de Cataluña pero que han hecho suya la tesis soberanista del derecho a decidir. Es el caso de la mayoría de los comunes de Ada Colau, según el resultado de una consulta interna. Gente como Pablo Iglesias no podría defender la secesión de Cataluña pero sí la jornada de las urnas, aunque hable en términos de "movilización de protesta contra el PP".Pero si el referéndum es un adversario más poderoso que la independencia, todavía lo es más el aprecio de los catalanes por las instituciones de autogobierno: la Generalitat y sus competencias, renacidas con la democracia e hijas de los más amplios consensos. Atacar estas instituciones es convocar una reacción adversa todavía más grande que cuando se ataca el referéndum. Y esto es lo que pasó el miércoles con los registros y detenciones en conselleries y dependencias del Gobierno, después de que el ministro Cristóbal Montoro interviniera la autonomía financiera (él dice que no es así, pero su versión no ha tenido mucho éxito). Alcaldes socialistas del Baix Llobregat, que se quejan de persecución secesionista, llegaron a pedir que "cesen las detenciones y los registros".De aquí al 1 de octubre podríamos contemplar una escalada de acciones cada vez más contundentes, siempre con la firma de jueces y fiscales pero con investigaciones y actuaciones policiales. No está nada claro que el gobierno catalán tenga un mapa de itinerarios alternativos para superar todos los obstáculos, pero no se tiene que menospreciar la capacidad de reacción del independentismo social. Y en todo caso, el día siguiente el problema todavía estará.

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