Tenemos con Catalunya una antinomia como la copa de un pino o de collons de mico y todos los discursos sensatos se estrellan irremisiblemente unos contra otros, lo que constituye un escándalo para la metafísica y un retraso para la política, que no avanza porque no puede avanzar con ese mapa sin caminos y en un territorio sembrado de socavones. Como si fuera el canal del Tajo, Mariano Rajoy (y alrededores) impone los estrictos cauces de la legalidad existente de manera necesaria y Carles Puigdemont (y asociados) esgrime la libertad y la voluntad de muchísimos catalanes que, llegados a este punto, no aceptan las bridas de esa ley que sería la expresión de una voluntad que les viene impuesta y que no sienten como propia. Nos encontramos en un juego de suma cero entre necesidad legal y libertad política que no es posible ni deseable: nadie da su brazo a torcer cuando quizá lo mejor sería que todos flexionaran las rodillas y se sentaran.

Kant resolvía las antinomias con la distinción entre fenómeno y noúmeno y admitiendo la validez de dos discursos, así era posible afirmar que la libertad no existe (podríamos decir, en la naturaleza o bajo el imperio contraataca de la ley) y, a la vez, que debería existir como un postulado para la vida práctica (podríamos decir, en el reino de los fines legítimos de la política). En el caso que nos ocupa, sin embargo, mejor sería olvidarnos de Kant y hacerle caso a todo lo que dice Manuela Carmena y a la mitad de lo que habla con ardor Ada Colau, que viene a ser lo mismo.

Yo estoy un poquito enamorado de las dos y admirado de la inteligencia y bondad públicas que transmiten, lo que tiene mérito en un mundo cencerro de discursos machoapocalípticos y cantos inflamados, entre líricos y coléricos, a estos muros de la patria mía y cien cañones por banda.

Manuela vino a decir que en Catalunya existe un problema político que debe resolverse como se resuelven los problemas políticos: hablando a tumba abierta, pero sin cadáveres; y nos recordó que, por su magnitud, no se puede resolver una situación realmente existente con la aplicación estricta de la ley realmente existente que lo ha provocado: no parece muy inteligente pensar que en Catalunya existen cientos y cientos de miles de delincuentes que deben ser multados y encarcelados: no parece una solución, sino otro problema, ahora ya, de tres pams i mig.

¿Qué hacer? Yo qué sé, pero en primer lugar, todos pies quietos. A continuación, hablar para ver si se puede hablar de lo que se debería hablar y, después de hablar como hablaba mi amiga Amparo, que venía a casa en Benimaclet a las ocho de la tarde y se levantaba del sofá a las siete de la mañana para estirar las piernas, poner la cafetera y seguir rajando hasta la hora de la siesta, digo que decía mi amiga Amparo, después, digo que digo yo, hablarlo ilocucionariamente, haciendo algo al decirlo.