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600 años del Micalet

La torre mayor de la Catedral de Valencia tiene nombre propio de persona, además de ser icono de la ciudad hace ahora 600 años. Su onomástica es el 29 de septiembre, san Miguel Arcángel, y se ha ganado con orgullo el consenso de todos los valencianos. Tiene hasta refranes propios, el más conocido: «Si vols viure bé, no pergues de vista la sombra del Micalet».

El Micalet se alza junto a lo que el Padre Tosca dibujó como plaça de les Cols, plaza de mercadeo callejero de frutas y verduras, cuyo nombre perdió para denominarse plaça del Campanar terminada la torre. El nombre de Micalet le viene por tener entre sus campanas a «Miquel», la campana de las horas, según apunta Ballester, hecha en 1413 y subida en 1418, por entonces la más grande de España. Francisco de la Torre refiriéndose a ella decía que «es una espaciosísima Campana», la que fue vaciada y retocada en distintas ocasiones En 1481, por ejemplo, al decir de Orellana, en que fue vaciada y rehecha.

La torre está construida en ochavo, toda ella piedra de sillería, con 51 metros de altura, que para ascender a lo más alto contó Sanchis Sivera había 207 escalones. Una inscripción al pie del campanario documenta que su construcción comenzó en 1381, reinando Pedro IV el Ceremonioso.

Se encargó del primer diseño y de la dirección de las obras al maestro Andrés Juliá, «quien sólo utilizó para idear la colosal obra algunos cordeles, clavos y maderas, su gabinete de trabajo era un cobertizo de cañas, y su tablero una era en la huerta de Ruzafa», explica Sanchis. A Juliá lo trajeron de Tortosa donde estaba haciendo otros campanarios. Iba y venía de allí a lomos de mula. Con el tiempo le sucedieron varios maestros de obras, entre ellos el famoso Pedro Balaguer, el de las Torres de Serranos.

En 1418, fue cuando se colocó «la primitiva campana de las horas», «Miquel». E inmediatamente la torre, en homenaje a ella, se llamó «El Micalet». Con este nombre conocemos el campanario desde hace 600 años.

En 1429 acabaron las obras, sin que por falta de ganas, tiempo o dinero -El Cabildo de la Catedral ya no sabía a quién esquilmar para pagar los trabajos y materiales- tuviera un remate adecuado a su estilo arquitectónico, siendo primero de madera y luego de obra. Al canónigo e historiador Sanchis Sivera no le gustó nunca el remate, que calificaba de «antiestética espadaña que con sus constante peso tanto perjudica la obra». En su libro sobre la Catedral de Valencia insertó el dibujo de remate del Miguelete que ideó el arquitecto José Aixa y nunca se ejecutó.

La terraza del Micalet ha servido para funciones diversas: avistar la costa y avisar de la llegada de barcos, para hacer fogatas de comunicación de mensajes y lugar de lanzamiento de fuegos pirotécnicos, desde donde se disparaba castillos de fuegos artificiales, incluso cuando esa costumbre estaba prohibida por una Real Orden de Carlos III, quien prohibió la fábrica, venta y uso de cohetes. Aquí no le hicimos caso al rey y los tirábamos «de contrabando».

En su cima, además, todas las noches se encendían alimaras, hogueras de aliaga, romero y leña diversa, al toque de las primeras oraciones, con el fin de que sirviera de faro a los barcos próximos a nuestro litoral, cosa que se hacía en combinación con otras 64 torres desplegadas a lo largo de la costa. Si las torres encendían una sola luminaria, no había de qué preocuparse, si alguna encendía dos hogueras era señal de que había "moros en la costa" -curiosa expresión que hoy aún usamos- y se hacía necesario tomar las oportunas medidas de protección y defensa.

Vista una panorámica de la zona desde la perspectiva del Pont de Fusta, me llama la atención la aplomada verticalidad del Micalet, que hace que el campanario de la iglesia de san Lorenzo parezca estar inclinado o inclinándose.

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