El rey francés Enrique lV, a finales del siglo XVl, no tuvo empacho en repudiar sus creencias religiosas y abrazar el catolicismo para ser coronado rey de Francia, pasando a ser célebre la frase de "París bien vale una misa". En sentido parecido, El Bloc, socio de Compromís, está demostrando estos días su inconsecuencia. La ocasión la pintan calva, y ahora, con la crisis catalana, los nacionalistas tenían la ocasión de mojarse por aquello que venían reclamando en los veinte años de su existencia. Sus estatutos establecen entre los primeros objetivos la formación de una nación propia, con forma de República y la posibilidad -el anhelo, diría yo- de unirse a Cataluña.

No hace tanto que los más próximos a Enric Morera se unían en Vinaroz a la cadena humana por el derecho a la independencia. También están recientes las declaraciones del conseller Vicente Marzà reclamando la unidad de los "países catalanes", su presencia en la "Declaración de Palma" -con representantes de Cataluña y Baleares- o la más reciente de Menorca, a la que el Bloc asistió junto a representantes del nacionalismo vasco, gallego y catalán para reivindicar el derecho a decidir. Habría más ejemplos€

Cualquiera diría que el lobo se ha puesto la piel de cordero al llegar al gobierno, quizás para no asustar a votantes. De ahí la prudencia de algunas manifestaciones. Hemos escuchado a Águeda Micó, coordinadora general del Bloc, manifestar su deseo por una decisión pactada en el desafío catalán; y a Ribó abogar por más diálogo; y a Morera escudarse en la hipotética inconstitucionalidad de las medidas adoptadas por el Gobierno central para orillar el debate ideológico de fondo. Hubiera sido de esperar un paso al frente de estos políticos reclamando patria propia y defensa de los ´hermanos del norte´.

Mónica Oltra vuelve a demostrar que su inteligencia política está por encima de la de sus socios. A pesar de los líderes del Bloc, sigue siendo la cara visible y cartel electoral de la formación. Sabe que su socio, con el nacionalismo por bandera, jamás obtuvo un apoyo electoral como el conseguido hace dos años. Por eso se puede permitir el lujo de alejarse de posturas identitarias y transformar, en un juego de palabras, la palabra "independencia" por la atención a la "dependencia".

Después de que su tumba fuera profanada durante la Revolución Francesa, la cabeza de Enrique IV anduvo perdida durante años. Mal final para un hombre que antepuso el pragmatismo a sus convicciones. Está por ver ahora cómo le sale su tacticismo al Bloc.