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Mis colores personales

Ahora que muchos nos quedamos atrapados en el sueño de otros, más que nunca necesitamos música y poesía, y recordar quiénes somos y cuales son nuestros verdaderos sueños. Ahora que parece que la política lo ha inundado todo y las personas nos hemos vuelto casi insignificantes. Se habla de naciones, de pueblos, y a algunos nos quieren hacer creer que somos un solo pueblo y que debemos separarnos del resto cuando en realidad somos varios mezclados y unidos nos sentimos mucho más completos. Pero en cualquier caso, un pueblo no deja de ser una comunidad de individuos con una mirada profunda y sensible de las cosas que les rodean en común. No somos hormigas, somos seres humanos con el deber de realizarnos para poder ser felices.

Tanta sobreactuación política nos confunde, desconcentra y aleja de lo verdaderamente importante. Parece que ya nadie crea o imagina. Y que las calles ya no están para pasear en silencio de la mano de alguien, sino sólo para que las masas se manifiesten. Predominan los rojos, amarillos y azules, los colores de las banderas, aunque yo prefiero mis colores personales. Me gustan los verdes agua marina con matices turquesa, los estilizados granates y violetas. Los colores mostaza.

Hoy percibo preocupación por la economía catalana por los vaivenes de la bolsa y los cambios de sede de algunas empresas. ¿Qué fue de los heridos? La actualidad no tiene reparos en olvidar a quienes más lo necesitan. Surgen nuevos monstruos que se alimentan de lo mismo, del miedo. Ese miedo a lo desconocido que constantemente secuestra nuestras vidas. Ahora más que nunca es momento de respirar profundo y vivir el presente. Y apagar la televisión de vez en cuando, substituir los noticiarios por series. Y salir de paseo a escuchar el canto de los pájaros. Olvidar por un rato ese futuro incierto y aberrante que todos creemos nos espera a la vuelta de la esquina. A menudo cuando la torcemos nos damos cuenta de que lo habíamos distorsionado. Que nadie te engañe, no controlamos nada. Ni si quiera somos responsables de las cosas buenas que hacemos, aunque no por ello debemos dejar de hacerlas. Tampoco somos responsables de lo que no nos sale bien, por más que nos alabemos o flagelemos nada de todo eso nos pertenece. Estamos destinados a ser y a desarrollarnos hasta morir, sin más. No debemos perder la mirada de pájaro. Somos organismos cuerpo-mente, puntitos minúsculos en medio de una galaxia perdida en el universo infinito. No podemos ni debemos vivir asustados. La vida es demasiado valiosa para desperdiciarla haciendo cálculos. Vive, respira, siente, llénate de sentido, de acción, de arte, de ciencia, de lo que más te interese. Pero ante todo no te dejes manipular, no te escondas en la masa por miedo a la soledad, no te calles, grita lo que sientes. Y no te juzgues, ni juzgues a los otros porque aunque a veces nos cueste creerlo, todos somos casi iguales y navegamos en el mismo barco a la deriva.

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