Los acontecimientos que están sucediendo en Cataluña son de absoluta excepcionalidad, donde el pulso independentista lanzado desde el Govern ha dejado descolocado a nuestro Estado de Derecho, cuyas instituciones están reaccionado a golpe de improvisación, en especial por la ingenuidad de Rajoy, que no se esperaba enfrentar a una estrategia diseñada al milímetro por Puigdemont, Junqueras y la CUP.

En este punto, parece estéril seguir debatiendo sobre lo sucedido el día del referéndum ilegal. Es fácil sacar las conclusiones respecto de la preocupante manipulación que sufre la sociedad catalana, la campaña de victimización preparada desde las instituciones catalanas, la lamentable estrategia y de nula efectividad planteada por el Gobierno central o el inaceptable hostigamiento a los agentes. Todo ello forma parte de esa política espectáculo, donde poco o nada importan las razones, puesto que el triunfo se obtiene en los mass media.

Con ese panorama, la aplicación del artículo 155 de la Constitución parece que puede resultar inevitable, azuzado por ambas posiciones. Unos desean forzar su rol de supuesto territorio oprimido, con la idea de que esto les puede abrir las puertas de una comunidad internacional, que hasta ahora, se las ha cerrado. En el otro lado, muchas voces constitucionalistas insisten en reclamar su activación, como si con él fueran a llegar las diez plagas Bíblicas.

Para que quede claro, estamos ante un artículo que se exportó de la Ley Fundamental de Bonn, concretamente la figura de la «coerción federal», cuyo corta y pega terminó con una redacción genérica que en ningún caso habla de detenciones, ejército o tomar al asalto el Parlamento catalán. Si la pregunta es si se puede hacer todo ello, seguramente sí, pero que se deba hacer, parece que no es lo más oportuno, si lo que se quiere es ganar este pulso.

Confío en que todavía se imponga el sentido común, aunque parece que la cerrazón del independentismo nos llevará el próximo lunes a un callejón sin salida, y en ese momento, inevitablemente se tendrá que aplicar el 155. Por ello, y en previsión de lo que pueda suceder, sería bueno empezar a aplicar mucha pedagogía política para quitarle ese halo de tenebrosidad que se le ha puesto, insistiendo en que se trata de un artículo constitucional y garantista, que deberá aplicarse de forma acotada, inteligente y con el único objetivo de restituir la legalidad vigente. De la futura gestión que se hiciera, podría depender no sólo la estabilidad del Gobierno de Rajoy, sino la propia vigencia de la estructura autonómica y democrática que disfrutamos hoy en día.