Que el nacionalismo es una ideología sectaria y excluyente es una realidad histórica contra la que la clase trabajadora se ha sublevado en infinidad de ocasiones. Un mundo sin fronteras ni diferencias es la utopía de los que creemos en la igualdad por encima del color de la piel, lengua o religión; pero, a pesar de la necesidad de superar las diferencias y, tras el fin de los colonialismos, todavía existen movimientos independentistas que tratan de ampliar el número de muros y fronteras y, se me antoja, que no estaría de más desvelar algunas claves para fabricar esas nuevas patrias.

Un nuevo país debe asentarse sobre la exacerbación de las diferencias por encima de la evidencia de la naturaleza humana común; por lo que un primer paso es buscar en la religión, la lengua, el color o la tribu el hecho diferencial a destacar.

Un segundo paso corresponde a la propagación del hecho diferencial en un área geográfica y, en ese sentido, es de vital importancia convertir la religión o la lengua minoritaria en algo lo más general posible. En este punto, la apelación a la discriminación positiva es de vital importancia para disfrazar nuestro proyecto de bien común.

Una tercera etapa consistiría en reescribir la historia para demostrar que nuestro proyecto ha sufrido toda serie de tropelías. Esta etapa es importante y debe tomarse especial cuidado en manipular los libros de texto y emplear el sistema de enseñanza como vía de adoctrinamiento.

La cuarta etapa es dotarse de medios de comunicación que sirvan de caja de resonancia a las ideas mesiánicas de los nuevos tiempos. Lo ideal es tener medios propios pero se puede recurrir a la financiación de los medios existentes.

Una vez superadas las etapas anteriores deben retorcerse los procedimientos democráticos y económicos para avanzar en la formación de una vanguardia que presentar ante la ciudadanía como los héroes de la nueva entidad nacional, dispuestos a sacrificarse, e incluso inmolarse, por la gran nación que se pretende crear. En esta etapa es importantísimo recaudar un buen patrimonio mediante coimas y comisiones.

La sexta etapa se refiere a la necesidad de exportar la nueva nación que se pretende crear al exterior y para ello hay que dotarse de embajadas y gabinetes. Ni que decirse tiene que esta fase contribuye a desviar fondos para la causa, premiar a los seguidores y asegurar fidelidades inquebrantables.

Una vez superadas las etapas indicadas llega el momento de la confrontación y, en este punto, hay que buscar la complicidad de colectivos izquierdistas (por supuesto no progresistas ni socialmente igualitarios) para que doten al proyecto, claramente derechista de crear una nueva nación para forrarse, en algo de aspecto benéfico.

Y ha llegado la hora de la confrontación; para lo cual toda carne de cañón es bien recibida y, eso sí, resulta conveniente poner a salvo el patrimonio de los líderes en paraísos fiscales

Si algún lector cree que lo antedicho tiene algo que ver con la situación catalana, me temo que se equivoca porque mi intención era hablar de aquí y ahora.