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No lloréis sobre la leche derramada

Según García Margallo es un proverbio árabe. Démoslo por bueno y admitido. En cualquier caso resume de forma ejemplar lo que anda sucediendo por esta Hispania de nuestras tribulaciones y pesares.

Es inútil seguir gimiendo como coro de plañideras sobre aquello que se nos va yendo de las manos, o se ha ido de modo más importante y hondo de lo que pensamos, sí claro, hablo de Cataluña. Cuando este PRISMAS se publique la noticia en todos los medios de comunicación será lo dicho o silenciado por Puigdemont en el pleno del martes por la tarde en el Parlament con respecto a la independencia catalana. Y lo hecho o no hecho por el Gobierno a renglón seguido. Mi opinión y no añadiré ni una palabra más: dado que no se ha cumplido con la Constitución, por las razones que fueren, al menos déjese cumplir al Tribunal Constitucional, los jueces y la Fiscalia con el Código Penal. No digo más, pero tampoco menos.

Ayer , 9 d'octubre el Presidente Puig lanzó una propuesta sensata. ¿Por qué no organizar unos nuevos Pactos de la Moncloa en torno a la necesaria armonización del modelo territorial de España? La referencia al exitoso Pacto de la Transición Política no está ni mucho menos fuera de lugar. Secundó la idea el ex presidente de la Generalitat Eduardo Zaplana y hoy la secundo yo.

Puig no estaba hablando de la Conferencia autonómica de Presidentes ni del Senado. Era más hondo. Se trata de establecer de veras una propuesta territorial que vuelva a integrar las autonomías españolas de modo , federal para él, no tanto para mí, pero los nombres no dejaran de ser nunca la vieja y nominalista cuestión de nombres.

Estaría bien, y es sensato. Lo que juega en su contra es el ruido insoportable y ensordecedor de Cataluña. Pero ese estruendo es parte del problema y en algún momento se tendrá que abordar, eso sí, con otros protagonistas presumiblemente en la administración de la Generalitat de Cataluña tras unas elecciones que personalmente juzgo absolutamente necesarias.

No podemos dar la espalda a la realidad. Al menos todos aquellos que desde posiciones moderadas, que no neutrales, queremos que España sea un proyecto viable desde la pluralidad y la convivencia. Y para ello hemos de arrimar el hombro todos, cada uno desde su lugar generacional, su situación política si la tuviera o la hubiere tenido. Pero con sentido común y visión del Estado.

Los Pactos de la Moncloa fueron posibles por muchas cosas, pero hay una que hoy no se da: un objetivo común, democracia para España y convergencia de todas las fuerzas políticas y sociales de la época en un programa económico de mínimos que hiciese que esa democracia no fracasase.

En lenguaje actualizado: se trataria de que la mayoría de fuerzas políticas posibles estableciesen de igual modo un proyecto de mínimos común para reformar el Titulo VIII de la Constitución, redefinir las competencias autonómicas, pactar definitivamente un modelo de financiación que diera satisfacción generalizada a las diversas CCAA , y en especial a nosotros, los valencianos, y estabilizar la descentralización política del Estado. Para ello, añado, la reforma del Senado se me antoja absolutamente imprescindible en este proyecto regenerador de la estructura territorial de España. Pero insisto, mientras el ruido catalán no cese, y creo que va para largo, todo ello será prácticamente imposible. Pero el que de hecho lo sea en este momento no creo que sea en absoluto innecesario y esté fuera de lugar. Todo lo contrario. Es solvente y perfectamente legítimo plantearlo desde la Presidencia de la Generalitat Valenciana.

Los valencianos solemos quedarnos fuera casi siempre de los grandes acuerdos del Estado. Ya es desgracia y mal sino. Convendría por ello que pese o junto a la lucha electoral legítima que ya se ha puesto en marcha de cara a las elecciones autonómicas de 2019 no perdiéramos definitivamente el oremus.

Nos jugamos nuestra relevancia constitucional en ello. Y son palabras mayores que no deberían, por ello, caer en saco roto ni con el fácil desprecio de advenedizos de la política. De ahí mi referencia al apoyo del ex presidente Zaplana que, aún ya fuera de la política activa, no es en absoluto un político de desguace.

En un Senado que funcionase como la Constitución le encomendó, es decir como una auténtica cámara de representación territorial, los valencianos tendríamos mucho que decir y que aportar al debate sobre el modelo territorial de España. Que se tendrá que producir de forma fehaciente algún día si no queremos que los cataclismos históricos arruinen de modo definitivo y poco recuperable una propuesta de convivencia y concordia comunes que son principios básicos de nuestro modelo constitucional y estatutario.

No considero caduca en modo alguna la Constitución de 1978 ni nuestro Estatuto de Autonomía de 1982, reformas del mismo incluidas. Es desde ellos que nuestra Comunidad Valenciana, que lo es de todos los valencianos, absolutamente de todos ellos, tiene la obligación y la oportunidad de aportar soluciones de Estado para una España mejor, más cohesionada, más unida en su pluralidad, diferencia y valores comunes. Tengamos buen sentido político por una vez.

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